Cuando
canta alabanzas a Dios, ¿piensa en lo que dice? Muy a menudo, palabras como majestuoso, santo, glorioso
y justo salen de
la boca sin casi pensarlas; pero son términos que describen al Dios que
adoramos.
Por
eso es útil que entremos con el apóstol Juan en la sala del trono celestial
para ver la majestad del Señor a quien estamos exaltando, el Dios digno de
recibir toda alabanza, gloria y honra. Dentro de los límites del lenguaje y de
la comprensión humana finita, Juan hizo lo mejor que pudo para describir lo que
vio: un trono y la gloria impresionante de Aquel que estaba sentado en dicho
trono.
Otros
participantes en esta escena son 24 ancianos que representan a la humanidad
redimida, y cuatro criaturas vivientes que todo el tiempo dan gloria, honor y
gracias a Dios, diciendo: “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso” (Ap 4.8). En respuesta, los ancianos se postran y adoran,
arrojando sus coronas ante el trono de Dios. Todo el reino de los cielos está
cautivado por el que es digno de toda adoración.
Aunque,
en realidad, no podamos ver esta escena como Juan, nuestra adoración debe tener
el mismo sentimiento. Lo que significa que nuestra alabanza debe centrarse en
el Padre celestial, que es infinitamente más grande que todas sus criaturas, y
que trasciende al tiempo y a la creación. Podemos acercarnos a esta magnífica
adoración cuando, después de pasar tiempo estudiando y meditando en las
Sagradas Escrituras, nuestras percepciones del Señor son exactas. Una teología
sana es una adoración que exalta y honra a Dios por ser Él quien es, en
realidad.
Biblia en un año: Juan 17-19
Fuente: Dr. Charles Stanley