Todos
los mandamientos de Dios son para bien, en especial el que nos pide que demos
de lo que recibimos; pues esta es una manera de enseñarnos a vivir como lo hizo
Cristo. El Señor fue un dador que además de alimentar a las multitudes, sanar a
los enfermos e impartir la verdad a todos los que quisieran escuchar, dio su
vida en la cruz para salvar a todos los que creyeran en Él.
En
su primera carta a los corintios, el apóstol Pablo escribió: “Cada primer día
de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado,
guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas” (1 Co 16.2). Este versículo contiene dos principios
que pueden ayudarnos a convertirnos en las personas generosas que Dios quiere
que seamos.
1. DAR ES UN COMPONENTE DE LA ADORACIÓN. Cuando nos
reunimos cada domingo, tenemos el privilegio de devolverle al Señor parte de lo
que nos ha dado. Al hacerlo, se nos recuerda nuestra dependencia de Él y su
fidelidad. Esta práctica es una manera de reconocer la bondad de Dios, expresar
nuestra gratitud y honrarlo.
2. DAR DE MANERA SISTEMÁTICA ES MEJOR. A menos que
planifiquemos reservar una porción de lo que recibimos para el Señor, la
gastaremos. Apartarla de inmediato es la mejor manera de honrar a nuestro Padre
celestial, en lugar de dejarla para lo último y darle las sobras.
Cuando
consideramos la grandeza de nuestra salvación y las continuas bendiciones que
Dios derrama sobre nosotros cada día, no nos queda más que deleitarnos en ser
generosos. La generosidad demuestra que seguimos los pasos de Cristo y que
confiamos en Él.
Biblia en un año: Zacarías 11-14
Fuente: Dr. Charles Stanley
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