Efesios 6.10-20
¿Sabía
usted que cuando puso su fe en Jesucristo como su Salvador y Señor, se
convirtió no solo en creyente sino también en guerrero? Por eso, al final de su
vida, Pablo dijo: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he
guardado la fe” (2 Ti 4.7).
El
apóstol sabía que hay enemigos que se oponen a nosotros durante todo nuestro
tiempo en la Tierra, y esto incluye no solo a Satanás, sus emisarios y al
sistema mundial, sino también a nuestra propia carne pecaminosa. Pero el Señor
Jesucristo no nos ha dejado indefensos. Él ha provisto la armadura de Dios para
nuestra protección.
La
Palabra de Dios promete que los que creemos en Jesucristo, venceremos al mundo
(1 Jn 5.4, 5). No obstante, la mayoría de nosotros
tendríamos que admitir que a veces nos sentimos más derrotados que victoriosos
en ciertos aspectos de nuestra vida. Pero las herramientas que Dios nos ha
proporcionado nos permiten resistir las tentaciones de Satanás y derribar
cualquier fortaleza que haya construido en nuestras mentes.
Cuando
nos vestimos con la armadura del Señor, nos cubrimos con verdad, justicia, paz
y salvación, y somos protegidos por el escudo de la fe. El apóstol Pablo dice
que con este escudo, podremos “apagar todos los dardos de fuego del maligno” (Ef 6.16). Estos dardos son las mentiras del diablo,
y pueden ser apagados con la verdad de la Palabra de Dios.
Nuestras
armas son “la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” y la oración (Ef 6.17,18). Aunque nuestro enemigo conoce nuestras
debilidades y siempre está listo para atacar, tenemos el poder de Dios de
nuestro lado.
Biblia en un año: Ezequiel 43-45
Fuente: Dr. Charles Stanley
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