Juan 20.24-31
¿Alguna
vez ha dudado de Dios? En algún momento de la vida, cada uno de nosotros podría
responder que sí. Las dudas surgen cuando no se cumplen nuestras expectativas;
por ejemplo, cuando creemos que Dios actuará de cierta manera, pero no lo hace.
Entonces empezamos a cuestionar su amor, y nos preguntamos si en verdad quiere
lo mejor para nosotros.
El
escéptico más famoso de la Biblia es Tomás. Él no estaba con los otros
discípulos cuando el Redentor resucitado se les apareció. Más tarde, cuando le
dijeron a Tomás que habían visto al Señor, se negó a creer. Había dejado todo
para seguir al Señor, pero la crucifixión había frustrado sus expectativas del
glorioso reino mesiánico. En su duda, Tomás exigió pruebas antes de creer.
¿Alguna
vez ha considerado lo audaz que fue el ultimátum de Tomás? Ningún ser humano
tiene derecho de exigir nada del Hijo de Dios. Sin embargo, a la semana
siguiente, el Señor se le apareció al escéptico discípulo y le dio con
misericordia la prueba que quería. El Salvador sabía que esto no era un caso de
incredulidad rebelde, pues Tomás le pertenecía (Jn 18.9).
Si
somos del Señor, no debemos temer a que nos haga a un lado. Recuerde las
palabras de seguridad de las Sagradas Escrituras: “Si fuéremos infieles, Él
permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo” (2 Ti 2.13). Nuestras dudas deben ser un recordatorio
de que tenemos mucho más que aprender acerca de Dios. Por tanto, pensemos en
ellas como un desafío para profundizar en su Palabra y descubrir por qué
nuestras expectativas nos han llevado por el mal camino. Cuanto más crezcamos
en el conocimiento de nuestro Señor, más confiaremos en Él.
Biblia en un año: Ezequiel 20-22
Fuente: Dr. Charles Stanley
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