Génesis 16.1-6
Vivimos
en una cultura acelerada, y estamos acostumbrados a resultados rápidos. La
espera parece ser una actividad del pasado.
No
es de extrañar, entonces, que la pasemos mal si Dios no responde una oración de
inmediato. Pero cuando nos negamos a ser pacientes, nuestra única opción es
salirnos de su plan. El pasaje de hoy cuenta cómo Abram y Sarai (más tarde
Abraham y Sara) tomaron el asunto en sus manos porque no les gustó el plan del
Señor.
Habían
pasado diez años desde que Dios les había prometido un hijo, y Sarai estaba
envejeciendo. Así que ella y Abram decidieron dejar que su sirvienta Agar les
diera un hijo. Al final, Sara dio a luz en su vejez, pero esa falta de
paciencia llevó a grandes conflictos —tanto a su familia como a nosotros hoy.
Gran parte de la tensión en el Medio Oriente se debe a dos grupos: los
descendientes de Agar y los de Sara.
¿Por
qué una pareja temerosa de Dios tomó esa decisión? Primero, su intenso deseo
por un niño nubló su pensamiento. Sara deseaba con desesperación un hijo, que
era la base del valor de las mujeres en esa cultura. Después, sucumbieron al
pensamiento equivocado. Después de años sin hijos, comenzaron a pensar que
quizás Dios necesitaba ayuda. Por último, creyeron en este razonamiento
erróneo, y ambos cedieron ante la impaciencia.
Estas
trampas siguen siendo un peligro. No somos inmunes al deseo, al razonamiento
humano o a la influencia de otros. Impacientes por naturaleza, podríamos
justificar el tomar acción. El mejor consejo es escuchar, obedecer y esperar.
El tiempo de Dios es perfecto, y no queremos perdernos lo mejor que tiene.
Biblia en un año: Ezequiel
32-33
Fuente: Dr. Charles Stanley
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