Hebreos 13.5, 6
Craig
Stowe sirvió en un buque de la marina estadounidense durante la Segunda Guerra
Mundial. Mientras su nave se preparaba para un ataque, el oficial al mando
alineó a sus hombres. Como de costumbre, se necesitaba un voluntario para
ocupar el puesto de vigía y enviar información pertinente al capitán durante la
batalla. Nadie dio un paso al frente. Entonces, Stowe escuchó al Señor hablar a
su corazón: “Estaré contigo allá arriba, como estoy aquí abajo”. El joven se
ofreció como voluntario, y aguantó sin recibir un solo rasguño. De hecho,
informó que no estuvo cerca de ningún daño.
Años
más tarde, el señor Stowe contó esta historia a su clase de escuela dominical.
La aventura marcó de manera profunda a uno de los estudiantes, quien atravesaba
una situación familiar muy difícil. Nunca olvidó ese mensaje transformador:
“Dios siempre está contigo, no importa dónde estés”.
Ese
joven fui yo. A medida que maduraba en mi fe y estudiaba las Sagradas
Escrituras, Dios confirmó lo que el señor Stowe me había enseñado. Vi que
Cristo enfatizaba su presencia permanente ante sus discípulos. Sabía lo rápido
que se instalaría un sentimiento de rechazo después de la crucifixión. Además,
les aguardaban dificultades desalentadoras mientras llevaban el evangelio al
resto del mundo. Por tanto, el Señor prometió un Ayudador que permanecería con
los cristianos para siempre: el Espíritu Santo.
Cada
día de la vida de un creyente es vivido en la presencia de Cristo a través de
su Espíritu. Él consuela en la adversidad, alienta en las dificultades y fortalece
en la debilidad. Los beneficios de una relación con Dios no se postergan hasta
llegar al cielo; caminamos con Él ahora y siempre.
Biblia en un año: Ezequiel 7-9
Fuente: Dr. Charles Stanley
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