El idioma de Jesús ¿Griego, Hebreo, Latín o Arameo?
“Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi” - Marcos 5:41.
Introducción
En el siglo I d.C. en los territorios en los que habitaban los judíos se hablaban bastantes lenguas diferentes. Lo mismo ocurría en gran parte del Oriente Medio de la época, pero, en los territorios judíos al parecer la situación lingüística era todavía más variada a causa de su ubicación central en el cruce de diferentes rutas comerciales y a causa de la agitada historia del pueblo judío.
Aquí hay algo más en juego que el mero interés histórico. Por lo general no se rebate que Jesús y sus discípulos dominaban el arameo. Pero si su conocimiento de lenguas se limitaba solo a esta lengua, las palabras de Jesús del N.T se nos han transmitido únicamente en en una traducción (griega), cuya fiabilidad no podría haber sido controlada por los testigos oculares más importantes. Además, si los hermanos y discípulos de Jesús únicamente hablaban hebreo o arameo, ¿quién escribió los libros (griegos) que constan a su nombre?
Para comprender bien el tema es importante estudiar, después de algunas aclaraciones introductorias, las diferentes lenguas que se hablaban entre los judíos del siglo I. d.C., además de las relaciones entre estas. Cabe aclarar que para lograr una sana conclusión sobre el tema es sumamente necesario dejar a un lado las lenguas que se hablaban mayoritariamente en países vecinos (como p.ej. el nabateo) y que entre los judíos jugaban apenas un papel secundario (limitado si acaso a los territorios fronterizos). En base a la reconstrucción de la relación que guardaban las diferentes lenguas entre sí, se puede reflexionar sobre las lenguas que habrían hablado Jesús y sus discípulos.
Puntos de partida metódicos
Antes de estudiar las lenguas propiamente dichas, es necesario mencionar algunos factores de partida metódicos que se deben tener en cuenta al hacer un análisis y que provienen principalmente de la investigación lingüística moderna.
El primer factor que debe considerarse es que se poseen únicamente datos limitados. Lo que se logra saber de la situación lingüística de los judíos del siglo primeroes conocido gracias a las referencias hechas en obras literarias de la Antigüedad y por hallazgos arqueológicos. Los datos con los que contamos se refieren, pues, principalmente a la lengua escrita. Son muy pocas las ocasiones en que se registra por escrito la lengua hablada. La única manera por la cual podemos sacar conclusiones sobre la lengua hablada por los judíos es razonando en base a lo que se ha puesto por escrito y compararlo cuidadosamente con lo que sabemos sobre su lengua en general. Partiendo de coincidencias con la situación moderna, parece lógico asumir que las lenguas que se hablaban en los territorios judíos tenían diferentes dialectos (Mateo 26:73), pero la información que se posee al respecto es demasiado escasa como para sacar conclusiones concretas.
El segundo factor que debemos tener en cuenta es el marco temporal. Una lengua evoluciona y se desarrolla, y en una sociedad plurilingüe las relaciones entre las diferentes lenguas pueden cambiar a lo largo del tiempo gracias a los modismos, y sobre todo en épocas de revuelo religioso, moral y político. Por otro lado, las lenguas se desarrollan de manera mucho más rápida que en la Antigüedad, sobre todo a causa de los medios modernos de comunicación. Por lo general se asume que la situación lingüística no sufrió muchos cambios en el período entre los años 200 a.C. y 135 d.C. (con la excepción de la llegada del latín), es decir, desde algunas décadas antes de la época de los macabeos hasta el final de la Rebelión de Bar Kojba. Dado que después de esta rebelión (132-135 d.C.) los romanos llevaron a cabo cambios decisivos en la composición de la población en los territorios judíos, no podemos aplicar sin más los datos de épocas posteriores al tiempo del NT.
Para poder seguir y entender los desarrollos históricos que llevaron a la situación lingüística de inicios de nuestra era, también es importante estudiar épocas anteriores, aunque sin tomarlas como representativas para el período del NT.
El tercer factor es que la investigación lingüística moderna ha demostrado que dentro de un país – especialmente cuando en éste se hablan más de una lengua –pueden darse diferencias regionales en la lengua usada. Por lo tanto, no se puede asumir de antemano que la situación lingüística de Galilea fuera igual a la de Judea o la de Jerusalén, sino que debemos tener en cuenta la diversidad geográfica para poder evaluar los datos que se poseen.
Un cuarto factor, en parte relacionado con la diversidad geográfica, es el de la diversidad social. Del ámbito de la sociolingüística resulta que existen diferencias en el uso de la lengua entre las diferentes clases sociales. Para nosotros, esto implica que tenemos que tener en consideración que el uso de la lengua de la élite política y/o religiosa podía diferir del judío promedio y clase media.
Aunque en la investigación lingüística de cualquier sociedad los factores sociales son importantes, lo son todavía más en comunidades plurilingües. En éstas vemos frecuentemente que la elección de una persona de comunicarse en una u otra lengua está determinada en gran parte por el grupo con el que se identifica. Si uno quiere, por ejemplo, acentuar la propia identidad étnica, por lo general estará inclinado a emplear la lengua autóctona del pueblo. Si uno aspira, por el contrario, a una posición social de alto rango, elegirá usar la lengua que disfrute de más prestigio. Obviamente, hasta qué punto juegan un papel los factores sociales depende de la situación lingüística de cada lugar y de la valoración de las diferentes lenguas, pero no podemos descartar estos factores de antemano.
Teniendo estos puntos de partida en mente, es interesante observar más de cerca las cuatro lenguas que se hablaban a principios del siglo I en los territorios judíos y, en base a esto, llegar a una visión de la situación lingüística en tiempos del NT.
Latín
Con la toma de Jerusalén por los romanos en el año 63 a.C. se introdujo en la región también la lengua de los conquistadores: el latín. Muchos objetos hallados en excavaciones arqueológicas contienen palabras u oraciones en latín. Encontramos esta lengua, por ejemplo, en inscripciones en edificios o acueductos romanos, en tumbas de soldados romanos que murieron en Judea y en la vajilla de una legión romana estacionada, por orden de Nerón, en Ptolemaida.
La inscripción latina más conocida que se ha encontrado nombra a Poncio Pilato y lo señala como el prefecto de la provincia de Judea. Se trata de una inscripción que originariamente se debió haber encontrado sobre un edificio en Cesarea, que Pilato habría hecho construir en honor al emperador Tiberio, cuyo nombre llevaba. Visto que Pilato fue prefecto de Judea desde el año 26 hasta el año 36 d.C., esta pieza debe datar de este período.
Además, el latín lo encontramos en inscripciones escritas en diferentes lenguas que informaban de resoluciones oficiales de las autoridades romanas. Así, en el templo se habían colocado advertencias tanto en griego como en latín de que se daría muerte a cualquier no-judío que penetrara en el patio interior del templo (Josefo, BJ 5,194; comp. Ant. 15,417). También otras decisiones romanas referentes a los judíos se anunciaban en ocasiones en estas dos lenguas, griego y latín (Josefo, Ant. 14,190). Además, leemos sobre la inscripción de la cruz de Jesús que, por orden de Pilato, estaba escrita en varias lenguas: hebreo o arameo, latín y griego (Juan 19:19-20).
De estos datos se deduce que el latín no era desconocido en los territorios judíos en la época del NT. Sin embargo, son unos datos relativamente parcos, por lo que esta lengua no debió haber tenido un papel muy importante. De estos datos surge la impresión de que el latín era usado solamente por y para los romanos, pero que no se tenía la intención de usarla para comunicar con la población judía misma. Esta impresión es confirmada por el dato de que, cuando los judíos se comunicaban con los romanos, lo hacían en griego (Hechos 21:37), como era habitual en las provincias romanas de fuera de Italia.
De todo esto podemos deducir que el latín no habrá tenido un papel de importancia entre los judíos y que es muy probable que muchos judíos no dominaran esta lengua.
Hebreo
El hebreo pertenece al grupo de las lenguas semíticas noroccidentales, entre las que se encuentra también el arameo. Probablemente, el hebreo se desarrolló a partir de la lengua cananea que se encontraron los israelitas en su toma de Canaán (Deuteronomio 26:5) por lo tanto se deduce que los israelitas antes de la entrada a Canaán hablaron presumiblemente un dialecto del arameo antiguo.
De las excavaciones se desprende que en la época de los reyes (aprox. 1000-586 a.C) existían diferentes dialectos del hebreo, pero que para las obras literarias – entre las que se encuentran los libros bíblicos de ese período – se utilizaba el hebreo tal y como se hablaba en época de David y Salomón en la corte real. A lo largo de todo este período esta forma del hebreo no sufrió muchos cambios, probablemente gracias a la influencia de escuelas y de escritores. Las diferencias dialectales tempranas las encontramos reflejadas en el texto del AT, concretamente en Jueces 12:6, de cuyo versículo se desprende que en Efraín, al contrario que en Galaad, la palabra shibolet se pronunciaba como sibolet.
Con respecto al período de los reyes, los lingüistas establecen una diferencia entre un dialecto del norte (hablado en Israel) y uno del sur (hablado en Judea). Se conservan ejemplos del dialecto septentrional en inscripciones de un calendario agrario de Guézer (950 a.C. aprox.) y en fragmentos hallados en un edificio anexo del palacio real de Samaria, procedentes del siglo octavo a.C. El dialecto meridional, que muestra grandes coincidencias con el hebreo usado en la Biblia, lo encontramos en una gran cantidad de fragmentos con datos administrativos de Arad (siglos 9-6 a.C.), en la inscripción en el túnel de Siloé (700 a.C. aprox.) y en las llamadas Cartas de Lachis (poco antes de 587 a.c.), una colección de fragmentos de cerámica con textos de cartas (aparentemente de correspondencia militar), habitual en aquella época.
Después de la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor en 587/586 a.C., la élite judía fue enviada al exilio a Babel. En el territorio judío sólo quedaron algunas personas pobres y analfabetas (Jeremías 52:16). Éstas personas no dominaban el hebreo estándar, sino que hablaban dialectos hebreos y, en medida creciente (sobre todo en el territorio fronterizo), también el arameo, entre otras cosas como consecuencia de matrimonios con gente no-judía. A partir del año 538 a.C. el pueblo que empezó a volver del exilio tuvo que hacer frente a la situación de que muchos de los judíos que no habían sido enviados al exilio ya no hablaban hebreo, una situación contra la cual actuó Nehemías (Nehemias 13:24). Los textos escritos en este período revelan más influencia del arameo y contienen formas gramaticales que eran desconocidas en el hebreo antiguo.
Aunque en el pasado se creyó que después del exilio el hebreo se había convertido en una lengua muerta que no tenía ya ningún papel en la vida cotidiana y que sólo se utilizaba para fines religiosos, se han hallado evidencias arqueológicas que muestran lo contrario.
Los rollos del Mar Muerto están escritos en su mayor parte en hebreo (además de una parte que está en arameo, y una minoría en griego). Los textos hebreos muestran una gran variedad estilística en cuanto al lenguaje, lo que señala que en la época en que se escribieron los manuscritos (300 a.C.-68 d.C. aprox) el hebreo no era una lengua muerta. Hay también hallazgos arqueológicos de otros tipos que señalan en esta dirección. En las excavaciones de la formación rocosa de Masada se hallaron macetas de cerámica con inscripciones hebreas de en torno al año 70 d.C. Además, en Jerusalén y sus alrededores se han encontrado diversas inscripciones hebreas de inicios de nuestra era. También se han conservado monedas con símbolos judíos y letras hebreas de la época de la Guerra de los Judíos (66-70 d.C.) y la Rebelión de Bar Kojba (132-135 d.C.) – monedas que se han conservado de otras épocas contienen inscripciones griegas. También en excavaciones en las cuevas de Wadi Murabba’at y en Nahal Hever se hallaron diversas cartas escritas en hebreo que deben ser fechadas en la época de la Rebelión de Bar Kojba (132-135 d.C.) y que en parte provenían de la correspondencia de Bar Kojba mismo. Especialmente a partir de estas cartas – aunque también a partir de una carta de los Manuscritos del Mar Muerto (4QMMT) – podemos deducir que el hebreo no sólo se usaba como lengua escrita, sino que también funcionaba de forma oral. Con esta afirmación podemos asumir además que las discusiones entre los rabinos sobre la explicación de la ley habrían tenido lugar en hebreo, la misma lengua en que posteriormente serían puestas por escrito en la Mishná.
Si juntamos todos estos datos, podemos concluir que el hebreo era utilizado a principios del siglo I para obras literarias, pero que funcionaba también (en cualquier caso entre las personas que habían recibido una formación) como una lengua hablada. Esto último era especialmente el caso en discusiones con respecto a la ley y, al parecer, también en el oficio en el templo. Además, es posible que en épocas de mayor avivamiento del nacionalismo judío, se hiciera más uso del hebreo que en otras épocas, aunque esto sea algo que, por los escasos datos que se poseen, no podamos afirmar con seguridad. Sin embargo, de la distribución del material arqueológico sí podemos concluir que el hebreo tenía entre el pueblo judío un lugar significativamente menor que el arameo y el griego (Esto derrumba la errada idea de que el N.T fue escrito en hebreo). Como lengua hablada, el hebreo, además de para discusiones sobre la ley, se utilizaba probablemente en círculos elitistas en Judea y en el movimiento nacionalista de Bar Kojba, cuyo centro estaba también en Judea. Aunque es plausible pensar que también en Galilea las discusiones sobre la ley judía eran en hebreo (mishná), tenemos la impresión de que el hebreo tenía en Galilea un lugar considerablemente menos importante que en Judea.
Durante los siglos en torno al inicio de esta era, el hebreo se siguió desarrollando como lengua. Diferenciamos en este período dos tipos de hebreo:
1) el hebreo bíblico tardío.
2) el hebreo mishná, que hasta mediados del siglo XX sólo conocíamos de la Mishná (la tradición oral judía puesta por escrito en torno al año 200 d.C.).
Actualmente, muchos estudiosos están de acuerdo en que el hebreo bíblico tardío se utilizaba mayormente como lengua literaria, mientras que la variante del hebreo mishná funcionaba principalmente como lengua hablada.
Los textos hebreos de los manuscritos del Mar Muerto están en su mayor parte escritos en un hebreo relacionado al que conocemos de la Biblia, a pesar de que existen grandes variaciones estilísticas entre los textos. Por ejemplo, en el escrito Cánticos del sacrificio sabático (4QShirShab) encontramos una lengua muy filosófica, casi mística, mientras que el Rollo del templo (11Q19 y 11Q20), por ejemplo, presenta un hebleo relativamente llano. Un texto cuyo hebreo está estrechamente relacionado con la variante mishná es los preceptos de la Torá (4QMMT), una epístola o tratado sobre diferencias en la interpretación de las reglas de la ley judía.
También El rollo de cobre (3Q15), llamado así porque el texto está grabado sobre planchas de cobre, está escrito en hebreo mishná. Si bien este rollo fue hallado en una de las cuevas de Qumrán, no está claro qué tipo de conexión existe con el resto de los manuscritos, si es que hay alguna conexión. Este rollo contiene las ubicaciones de tesoros ocultos (reales o ficticios) y por lo que parece data de la Guerra de los Judíos (66-70 d.C.) o quizás de la Rebelión de Bar Kojba (132-135 d.C.). Como se ha dicho, está escrito en hebreo mishná y ya no en el hebreo bíblico tardío, más literario, probablemente porque el autor quiso tomar las palabras exactas de aquellos que le habían informado sobre los tesoros.
Entre las inscripciones hebreas halladas se encuentra una proveniente de la esquina sudoeste del templo de Herodes. Esta inscripción marca el lugar en el que un sacerdote tocaba el shofar al inicio y al final del día del sábado. Además, se han encontrado dos epitafios (escritos en hebreo mishná) en los alrededores de Jerusalén. Uno de éstos se encuentra sobre la tumba en la que estarían enterrados al menos seis sumos sacerdotes (todos del siglo I d.C.) de la estirpe de Boecio; el otro está sobre la tumba de alguien ‘de la casa de David’.
Los textos de las cuevas de Murabba’at y Nahal Hever están escritos parcialmente en griego, parcialmente en arameo y parcialmente en hebreo. En lo que se refiere a los textos hebreos, éstos pertenecen todos a la variante del hebreo mishná. Todos los hallazgos mencionados, por cierto, se llevaron a cabo en Judea. De los demás territorios judíos no se tienen hasta el día de hoy ningún dato arqueológico fijo que demuestre el uso de la lengua hebrea.
Arameo
Ya desde el período asirio tardío (720 a.C. aprox.) había judíos que conocían el arameo, que funcionaba en aquella época como lengua de la diplomacia internacional (2 Reyes18:26; Isaías 36:11). Aunque el arameo en aquel tiempo estaba formado todavía por varios dialectos diferentes, un arameo estándar se fue desarrollando lenta pero firmemente. En el Imperio persa (538-332 a.C. aprox.), al que pertenecía la región de Judá, este arameo estándar se convirtió en la lengua oficial fuera del territorio de Persia mismo, de modo que como mínimo la élite judía de Judá (aunque probablemente también una gran parte del resto de la población) habría hablado este idioma. La gran influencia del arameo en este período se refleja en el AT, que en parte está escrito en esta lengua.
El libro de Daniel está en gran parte en arameo (Daniel 2:4b-7:28). El uso de esta lengua no judía parece poner todavía más énfasis en el tema de Dios que reina sobre los dioses, un tema que juega un papel importante en el libro de Daniel para dar a entender que tales eran falsos. También el libro de Esdras contiene fragmentos en arameo, concretamente (Esdras 4:8-6:18 y 7:12-26). En este caso, se trata de pasajes en los que se recogen copias de cartas. Por el uso del arameo surge la impresión de que las cartas están citadas literalmente. Además, encontramos un versículo en arameo en Jeremías – nuevamente, en un pasaje en el que se acentúa la supremacía de Dios sobre los dioses paganos (Jeremías 10:11) y dirigido en el texto transmitido a los ídolos gentiles – y dos palabras de Génesis 31:47 atribuidas a Labán (jegar sāhădūtā', literalmente “pedregal del testimonio”, forma aramea del hebreo gal’ed, que encontramos en el mismo versículo).
Aunque desde las conquistas de Alejandro Magno (330 a.C.) la lengua griega fue ganando cada vez más terreno en el Oriente Medio, nunca llegó a sustituir al arameo. De diferentes datos podemos concluir que el arameo fue una lengua muy corriente entre los judíos de en torno al comienzo del siglo I.
¿Como podemos comprender que el arameo era un lenguaje corriente entre los judíos?
1) se refleja en descubrimientos arqueológicos: en los alrededores de Jerusalén se han hallado diversos epitafios en arameo y en Masada se halló un fragmento de cerámica con un texto arameo. El uso del arameo también se aprecia en los Manuscritos del Mar Muerto, una parte importante de los cuales está escrita en esta lengua. Además, en Wadi Murabba’at se encontró una confesión en arameo del año 55 ó 56 d.C., así como, al igual que en otros lugares, cartas en arameo de la correspondencia con Bar Kojba en el período 132-135 d.C.
2) la importancia del arameo en la vida judía se puede apreciar en diferentes pasajes del NT. En varias ocasiones encontramos palabras arameas (transliteradas con letras griegas). No sólo se trata de muchos nombres arameos, como Barrabás (Marcos 15:7), Beelzebú (p.ej. Mateo 10:25; 12:27), Boanerges (Marcos 3:17) o Gólgota (Marcos 15:22), sino también de palabras u oraciones en arameo, seguidas generalmente por su traducción griega. Así encontramos palabras como corbán, ‘don’ (Marcos 7:11) u oraciones como talitha koum(i), ‘niña, levántate’ (Marcps 5:41) y elōï elōï lama sabachthani (Marcos 15:34; Mateo 27:46 ēli ēli lema sabachthani), que significa ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?’ citando el Salmo 22:1. A veces parece que el arameo se usa para dar más énfasis a determinadas palabras, sobre todo cuando encontramos una expresión en arameo seguida de su traducción en griego, pero también hay diferentes ejemplos de arameísmos en el N.T en los que parece que se utiliza esta lengua de una manera menos consciente (como el citado corbán).
En algunos casos, y desde un punto de vista lingüístico, no podemos determinar con seguridad si una palabra que ha adaptado una forma griega en el N.T proviene de una palabra hebrea o aramea. Éste es el caso, por ejemplo, de la palabra ephphatha, ‘sé abierto’ (Marcos 7:34), que es una transcripción de la palabra aramea ippetach, pero que podría ser también una reproducción del hebreo hippatach. Sin embargo, y puesto que en muchos lugares del N.T encontramos ejemplos innegables de palabras arameas, mientras que no tenemos constancia de ninguna palabra que puede ser hebrea pero no aramea, parece lógico pensar que en estos casos de duda estamos también ante palabras procedentes del arameo.
3) la importancia del arameo en la vida judía de en torno al comienzo del siglo I se desprende del uso de tárgumes (‘tárgum’ significa ‘traducción’). Se trata de una manera de explicar la Biblia usada en la sinagoga. En la sinagoga se leían cada vez uno o varias fracciones de la Escritura, después de lo que el meturgeman (‘intérprete’) transmitía el tárgum, una paráfrasis en arameo del texto leído que se quedaba a medio camino entre traducción y explicación. Aunque los tárgumes más importantes son de una fecha mucho más tardía (entre los siglos III y V d.C.), encontramos ya algunos entre los rollos del Mar Muerto, con lo que queda claro que los tárgumes, que originalmente se transmitían de forma oral, ya eran tan habituales en la época del NT que se ponían por escrito.
La necesidad de los tárgumes surgió en primer lugar por los grandes grupos de judíos que ya no entendían el hebreo (ni, por lo tanto, la mayor parte del A.T). Sin embargo, ésta no parece haber sido la única razón, ya que entre los rollos del Mar Muerto ya encontramos tárgumes, mientras que en esta comunidad el hebreo era muy corriente. Otra razón que se propone también para explicar el surgimiento de los tárgumes es la necesidad de una diferenciación clara entre los textos bíblicos mismos y su explicación. Si en la sinagoga se hubieran dado en hebreo tanto los textos de la Escritura como sus explicaciones, habría sido difícil para los oyentes, incluso si dominaban el hebreo, distinguir claramente entre la lectura bíblica y la explicación. En cambio, si había uno que leía los textos en hebreo y otro, de memoria, daba la explicación en arameo, se evitaba esta confusión.
Si observamos la situación lingüística del siglo I d.C. en su totalidad, el arameo era la lengua más habitual para todas las clases sociales en los territorios judíos. El arameo se utilizaba tanto para obras literarias y explicaciones bíblicas como para asuntos más cotidianos como el comercio en los mercados, entre otras cosas. A veces también se escribían en arameo cartas y contratos, y se conocen ejemplos de contratos escritos en griego, pero provistos de un resumen en arameo, por lo visto, porque una de las partes implicadas dominaba esta lengua mejor. Josefo, en su obra Guerra de los Judíos, escribe que él – antes de escribir en griego – había publicado en arameo, pensando especialmente en los judíos de Partia, Babel y otros reinos al este del Éufrates (BJ I, 3.6).
Si unimos todos estos datos, podemos concluir que el arameo era la lengua materna de la mayoría de judíos de la época del N.T, la lengua que hablaban originalmente. El griego y el hebreo debieron ser, por lo general, su segunda y tercera lengua, respectivamente.
Que la lengua materna de la mayoría de los judíos era el arameo y no el griego se confirma también en Hechos 21:40-22:2, ya que Pablo se dirige al pueblo tēi hEbraïdi dialektōi (‘en lengua hebrea’), y así recibe toda su atención: claramente se presenta como un compatriota. Las palabras tēi hEbraïdi dialektōi significan en realidad ‘en hebreo’, pero en la época del N.T por lo general hacían referencia al arameo hablado por los judíos. Esto lo vemos, por ejemplo, porque en diferentes ocasiones leemos que algo se dice en hEbraïdi dialektōi (o hEbraïsti), mientras que a continuación viene una oración (o palabra) claramente aramea (p.ej. Juan 5:2; 20:16).
Griego
Aunque ya antes de la época del exilio los judíos mantenían contactos comerciales con griegos, la lengua griega no tuvo entre los judíos ningún papel de importancia hasta el final del período persa (538-332 a.C.). Esto cambió con las conquistas de Alejandro Magno, que tomó Jerusalén en el año 332 a.C. Siguiendo a estas conquistas, la lengua y cultura griegas penetraron rápidamente en los territorios judíos conquistados, con lo que comenzó el período del helenismo.
Después de la muerte de Alejandro, primero los ptolemaicos (301-198 a.C.) y después los seleúcidas (198-167 a.C.) ejercieron su dominio sobre los territorios judíos. En todos los pueblos se designaron funcionarios que, como vemos en los papiros preservados, utilizaban la lengua griega para los asuntos de gobierno. Esto hizo que las clases sociales más alta de la población judía, aunque también los comerciantes, por ejemplo, aprendieran esta lengua. En esa época también se fundaron diferentes de las llamadas ciudades ‘griegas’ (más tarde, Herodes el Grande y su hijo Herodes Antipas también fundarían algunas de éstas). Estas ciudades eran habitadas principalmente por veteranos del ejército invasor. En ellas vivían también judíos, pero eran una minoría y en la vida cotidiana se usaba principalmente el griego. Estos asentamientos contribuyeron en gran medida a la expansión de la lengua y la cultura griegas entre los judíos.
En la época de los macabeos (167 a.C.), la lengua griega era tan habitual entre los judíos que también en tiempos de un estado judío independiente (167-63 a.C.), el griego siguió jugando un papel importante. En esta época surgieron las primeras obras literarias judías escritas en griego. Ya antes una serie de escritos judíos, entre ellos partes del A.T, habían sido traducidas a griego.
Las conquistas romanas – desde el año 63 a.C. Jerusalén estuvo bajo dominio de Roma – apenas aportaron cambios a la situación lingüística. El griego seguía siendo la lengua en la que se comunicaban los dominadores ahora romanos con los judíos a los que sometían (Hechos 21:37). Las obras literarias seguían escribiéndose no sólo en hebreo o arameo, sino también en griego, especialmente cuando el autor quería poner su obra a disposición de no-judíos o judíos de la diáspora en el mundo grecorromano. Así Josefo publicó su Guerra de los Judíos no sólo en arameo (para judíos del este del Imperio romano) sino también en griego. El resto de sus obras se publicaron, por lo que sabemos, únicamente en griego. También los libros del N.T – en su mayoría destinados en primera instancia a los creyentes judíos de la diáspora y a creyentes de origen gentil – están escritos en griego. Entre los rollos del Mar Muerto se han encontrado también algunos textos en griego. El hecho de que circularan manuscritos griegos en una comunidad totalmente judía como la de Qumrán demuestra que el griego no sólo se usaba cuando se quería hacer llegar un escrito a los compatriotas en la diáspora, sino que ilustra la gran influencia de esta lengua a inicios de nuestra era, también entre los judíos que vivían en su tierra natal.
No sólo en las obras literarias, sino también con respecto a la vida cotidiana el griego jugaba un papel importante. Así, se han hallado diferentes inscripciones griegas en excavaciones, entre ellas un edicto de César Augusto descubierto en Nazaret, una inscripción en la sinagoga en Jerusalén en honor de aquel que realizó la construcción y una gran cantidad de epitafios en tumbas de judíos, no sólo de ciudadanos ilustres, sino también del pueblo llano. También se ha encontrado una inscripción en griego con la ya nombrada prohibición para no-judíos de penetrar en el templo más allá del patio de los gentiles. Además, en el evangelio según Juan leemos que la acusación sobre la cruz de Jesús no sólo estaba en latín y hebreo/arameo, sino también en griego (Juan 19:19-20).
En las cuevas de Murabba’at y Nahal Hever no se hallaron solamente papiros hebreos y arameos referentes a la vida cotidiana de entonces, sino también griegos. Entre estos escritos, que en su mayoría provienen de la época de la Rebelión de Bar Kojba (132-135 d.C.), se encuentran cartas, contratos comerciales, contratos nupciales y pagarés. Una parte de estas cartas procede de la correspondencia con el mismo líder Bar Kojba, de lo que se demuestra que éste no sólo se comunicaba en hebreo y arameo, sino también en griego. En una carta hallada en otro lugar, que probablemente también es de Bar Kojba, leemos que la carta está escrita en griego porque el autor en ese momento no se sentía dispuesto a escribir en hebreo (o arameo).
Lamentablemente, esta frase de la carta está dañada. La reconstrucción que se hizo en la versión publicada dice así: ‘esto está escrito en griego, porque no se halló el deseo (t[o hor]man) de escribir en hebreo (o arameo)’. Como a primera vista esta oración causa una impresión un tanto extraña – es bastante extraño que el líder de los nacionalistas judíos diera preferencia a servirse de una lengua no judía –, hay quienes creen que el texto debe entenderse de esta manera: ‘... porque no se encontró a nadie para escribir en hebreo (o arameo)’. Aunque ésta es una solución atractiva, no se ha propuesto aún ninguna reconstrucción verosímil del texto que justifique esta traducción, con lo que esta interpretación es poco probable. Por cierto, ambas interpretaciones de esta carta en ilustran la gran influencia de la lengua griega en la vida judía a principios del siglo primero.
Por la gran cantidad de no-judíos que vivían en Galilea – no por nada se habla despectivamente de ‘Galilea de los gentiles’, Mateo 4:15 – y la relativamente gran cantidad de ciudades helenísticas en y en torno a Galilea (en Galilea p.ej. las ciudades de Ptolemaida, Séforis y Tiberíades, y en las cercanías, p.ej., Cesarea, Escitópolis, Gádara y Filoteria), resulta evidente que también los hombres judíos de Galilea dominaban el griego.
En la clase social superior esto así sobre todo a causa de que en estos círculos la lengua y la cultura griegas disfrutaban de gran prestigio. Quien ambicionaba a un alto puesto en la comunidad tenía la obligación de conocer tanto la lengua como la cultura. Además, el griego se utilizaba para comunicarse con los gobernantes romanos.
Pero también para los judíos de clases sociales inferiores (p.ej. campesinos, artesanos, pescadores), el griego era importante, especialmente en el ámbito del comercio. Las ciudades helenísticas, relativamente numerosas, en y en torno a Galilea formaban un importante mercado para todo tipo de productos, pero una condición para poder comerciar con sus habitantes era el dominar el griego. Por lo tanto, podemos concluir que también el pueblo llano dominaba suficientemente esta lengua como para hacerse entender en la vida cotidiana en las relaciones con sus vecinos de otras lenguas, las relaciones comerciales, etc.
No sólo en Galilea, sino también en partes de Judea el griego habría sido una lengua que muchos dominaban. Una vez más, esto se aplica no sólo a la élite – por razones que ya se han mencionado – sino también al pueblo llano. Aunque la cantidad de ciudades helenísticas en y en torno a Judea era considerablemente menor que en Galilea, el contacto con personas de habla griega era frecuente, especialmente en la ciudad de Jerusalén. La causa más importante eran las fiestas de la Pascua, el Pentecostés y de los Tabernáculos, a las que acudían muchos judíos. Judíos de la diáspora, aunque probablemente también muchos judíos de ciudades helenísticas de los territorios judíos mismos, por lo general no hablaban hebreo ni arameo, sino únicamente griego. Por ello resulta lógico pensar que no sólo en los alrededores de las ciudades helenísticas (como Jope), sino también en y en torno a Jerusalén los judíos de todas las clases de la población dominaban el griego. En otros pueblos de Judea el griego probablemente tuvo un papel significativamente menor.
Vista general
De lo anterior podemos concluir que las tres lenguas habituales entre los judíos del siglo primero eran el hebreo, el arameo y el griego. El latín era utilizado sobre todo por romanos, apenas por judíos.
De los datos históricos mencionados resulta que la mayoría de información que tenemos trata sobre la situación en Galilea y Judea. Por ello nos centraremos principalmente en estos dos territorios. No tenemos suficientes indicios como para poder decir nada con certeza sobre otros territorios judíos de esa época, como Samaria, Perea, los Altos del Golán y Traconítide. Sin embago, sí podemos estudiar la situación lingüística de las ciudades helenísticas, que se encontraban esparcidas por todo el territorio judío y entre las que podemos contar también las ciudades (aunque no el campo) del territorio de la Decápolis.
Puesto que la situación lingüística en estas ciudades de orientación griega es la menos compleja, primero nos detendremos brevemente a estudiar éstas. Aunque se encontraban en el territorio judío, en estas ciudades los judíos eran una minoría. La lengua vehicular en ellas era el griego, aparentemente también entre los judíos que vivían allí. Se da la impresión de que la lengua materna de la mayoría de los judíos en las ciudades helenísticas no habría sido el arameo, sino el griego. Posiblemente muchos de estos judíos incluso no dominaran el arameo o el hebreo, o sólo de manera muy limitada.
En Galilea, los judíos tenían como lengua materna el arameo. Ésta era la lengua que adquirían de manera natural y que se utilizaba cuando se estaba entre judíos. El arameo lo hablaban hombres y mujeres de todas las clases sociales de la población. Además de eso, ya hemos concluido que como mínimo los campesinos, artesanos y pescadores judíos de Galilea habrían dominado también la lengua griega. No la hablaban, pues, únicamente las clases sociales más altas (que la necesitaban para comunicarse con las autoridades romanas), sino también las clases inferiores, visto que el griego era imprescindible para el comercio en Galilea.
El papel que jugaba el hebreo entre los judíos de Galilea es más difícil de valorar. En base a lo que sabemos de Judea, resulta lógico suponer que, además de las lecturas de la Escritura en la sinagoga también las discusiones religiosas (tal y como las conducían por ejemplo los fariseos) se hubieran mantenido en hebreo. Sin embargo, no existen indicios concretos para demostrarlo, de modo que no es posible establecerlo con seguridad. Lo que sí es seguro es que el hebreo no jugó un papel de gran importancia en Galilea.
También en Judea la mayoría de judíos tenía el arameo como lengua materna, tanto en Jerusalén como en las muchas poblaciones judías de los alrededores. Como la gran mayoría de la población de Judea era judía y como había relativamente pocas ciudades helenísticas en y alrededor de Judea, el griego probablemente habría jugado un papel muy reducido en las poblaciones (como mucho para comunicarse con las autoridades romanas, principalmente por las clases más altas de la sociedad). No es plausible que – a excepción de Jerusalén, sus alrededores y las ciudades helenísticas – hubiera muchos judíos de las clases inferiores que dominaran el griego.
En Jerusalén y sus alrededores directos la situación era algo distinta. Aunque la lengua vehicular era el arameo, también se hablaba griego. Esto era así por varias razones. Tres veces al año había una gran afluencia de judíos de todas partes, entre los que había muchos que no hablaban hebreo ni arameo, sino únicamente griego (además de, quizás, la lengua propia del lugar en el que vivían). Además, había muchos judíos – principalmente los más ancianos – de la diáspora que regresaban para vivir en Jerusalén, de modo que la ciudad albergaba diferentes grupos de habla griega (Hechos 6:1). Por ello, en Jerusalén la lengua griega no la habrían hablado únicamente las clases superiores, aunque ciertamente no debió haber estado tan extendida como en Galilea.
En Judea el hebreo se hablaba más que en Galilea. En el oficio del templo, en las lecturas en la sinagoga y en las discusiones religiosas probablemente el hebreo se utilizaba de una forma bastante generalizada. Probablemente los saduceos (tanto desde un punto de vista social como religioso, y élite judía), también en la vida cotidiana hablaban hebreo entre ellos, posiblemente porque esta lengua gozaba de un mayor prestigio que el arameo. Además había diferentes grupos (relativamente pequeños) de judíos que hablaban hebreo para resaltar su identidad judía. Ejemplos de estos grupos son la comunidad de Qumrán y los círculos nacionalistas judíos, especialmente antes y durante la Guerra de los Judíos. También sabemos que el luchador por la independencia judía Bar Kojba en ocasiones se comunicaba en hebreo. Por cierto, de su correspondencia se demuestra que utilizaba, además del hebreo, el arameo y el griego y que (dependiendo de la interpretación ya mencionada de una de sus cartas en griego) la correspondencia en griego era la que le resultaba más fácil.
La lengua de Jesús y sus discípulos
Ahora que ya tenemos una imagen de la situación lingüística entre los judíos de la época del N.T, podemos detenernos a estudiar la lengua o las lenguas que hablaba Jesús.
El hecho de que Jesús creciera como hijo de un carpintero de Galilea hace factible el hecho de que el arameo fuera su lengua materna y que, además, dominara el griego. Los evangelios confirma esta imagen. De las relativamente numerosas palabras en arameo que encontramos en estos escritos (especialmente en el evangelio según Marcos), podemos deducir que Jesús hablaba en arameo. Esto se aplica no sólo a su vida personal de oración (Marcos 14:36; Romanos 8:15; Gálatas 4:6), sino también a su trato con otros, tanto en Galilea (Mateo 5:22; Marcos 7:11), como en Judea (Marcos 15:34) y en el territorio de la Decápolis (Marcos 7:34, por lo visto con un judío del campo). Además, en los evangelios encontramos información de diversas ocasiones en las que es prácticamente seguro que Jesús habría hablado en arameo, como la conversación con la mujer samaritana (Juan Cap. 4; la lengua vehicular en Samaria era el arameo). Sin embargo, podemos leer también sobre ocasiones en que Jesús hablaba con personas que casi seguramente sólo dominaban el griego, de modo que Jesús también habría hablado esta lengua, por ejemplo el centurión romano (Mateo 8:5-13), la mujer sirofenicia (Marcos 7:24-30) y Pilato (Juan 18:33-38). También la pregunta ‘¿Se irá a los dispersos entre los griegos y enseñará a los griegos?’ (Juan 7:35) señala que una posible predicación de Jesús a los griegos no era vista como poco realista. Si Jesús únicamente hubiera hablado arameo, habría sido más lógico pensar en un viaje a la gran comunidad judía de Babilonia, donde se hablaba esta lengua.
Concluyo, pues, que Jesús hablaba tanto el arameo como el griego y que se servía de ambos idiomas. Es más difícil establecer en qué proporción se usaban estas dos lenguas en la enseñanza de Jesús. Lo más plausible es que ello dependiera de la multitud a la que se estaba dirigiendo en ese momento, de modo que podemos asumir que por lo general Jesús enseñaba en arameo, pero que, cuando la situación lo requería, también se comunicaba en griego, como mínimo en conversaciones personales, pero quizás también en su enseñanza.
Por lo tanto, podemos determinar que Jesús hablaba tanto arameo como griego. Pero, ¿qué sabemos del hebreo? En Lucas 4:16-20 se dice que Jesús llevó a cabo la lectura en la sinagoga, que se hacía en hebreo, por lo que podemos deducir que Jesús tendría en cualquier caso un dominio pasivo de esta lengua y que la podía leer. Probablemente también habló hebreo en sus discusiones sobre la ley con los fariseos, pero esto no se puede establecer con seguridad.
Al igual que Jesús, muchos de sus discípulos crecieron en Galilea, por lo que es lógico pensar que su lengua materna fuera el arameo y que además dominaran el griego lo suficiente como para hacerse entender. Esto se aplicaba naturalmente también a los hermanos de Jesús, Santiago y Judas, autores de dos epístolas del N.T. Además, hay algunos discípulos con nombres griegos (Andrés y Felipe), por lo que parece lógico pensar que el griego no era desconocido en el ambiente en el que crecieron. No tenemos indicios de si – y en qué medida – los discípulos hablaban hebreo, pero obviamente esta posibilidad tampoco puede descartarse.
Sobre la mayoría de los discípulos no puedo decir mucho más que estas observaciones generales. Solamente de Pedro sabemos algo adicional, y esto confirma lo que se acaba de decir. Según la tradición de la iglesia temprana, el evangelio según Marcos fue compuesto con motivo de la predicación de Pedro (Eusebio, Historia Ecclesiastica, III, 29,15). El hecho de que justamente este evangelio contenga tantas palabras y oraciones en arameo hace que sea plausible asumir que Pedro hablaba bien esta lengua, quizás pensara en ella (lo que indicaría que era su lengua materna) y que además recordaba muy bien las palabras exactas que utilizó Jesús en determinadas ocasiones. Por otro lado, hay ocasiones en el libro de Hechos en los que es prácticamente seguro que Pedro habría hablado griego, como en la casa del romano Cornelio (Hechos Cap. 10).
Conclusión
Si se estudia con cautela la situación lingüística en los territorios judíos de la época del N.T, podemos concluir que entre los judíos se hablaba hebreo, arameo y griego, aunque se dieran diferencias sociales y geográficas en la difusión de estas lenguas. Los judíos no hablaban latín, un idioma que únicamente usaban los romanos entre ellos.
En relación con la enseñanza de Jesús, hemos visto que ésta se daba tanto en arameo como en griego, aunque no sabemos exactamente en qué proporción usaba Jesús cada una de ellas en su enseñanza. El hecho de que Jesús se sirviera de ambas implica también que en la iglesia tempraba circulaban tradiciones sobre él tanto en arameo como en griego. Además, parece lógico asumir que Jesús hablaba hebreo, aunque no tenemos suficientes datos concretos como para sacar conclusiones determinantes en cuanto a esto.
En relación a los hermanos de Jesús y los discípulos provenientes de Galilea, podemos asumir también que hablaban tanto arameo como griego, aunque no sepamos en qué medida dominaban cada una de estas lenguas. Sobre su dominio del hebreo, no podemos deducir nada basándonos en el N.T. En todo caso, el hecho de que los hermanos de Jesús y los discípulos de Galilea hablaran no sólo arameo, sino también griego, indica que bien podrían haber escrito o dictado las epístolas que están a su nombre en griego sin ningún problema, con lo que el hecho de que las epístolas estén escritas en esta lengua no supone ningún argumento en contra de su autoría apostólica.
-Félix Muñoz (Th.D).
Notas
(1) M. Black, An Aramaic Approach to the Gospels and Acts, Oxford, 3ª ed. 1967, reed. 1998.T. Boves, M. Gerritsen, Inleiding in de sociolinguïstiek, Utrecht 1995.
(2) J.A. Fitzmyer, ‘The Languages of Palestine in the First Century A.D.’, en: idem, A Wandering Aramean. Collected Aramaic Essays, Missoula 1979, 29-56.
(3) P.E. Hughes, ‘The Languages Spoken by Jesus’, en: R.N. Longenecker, M.C. Tenney (ed.), New Dimensions in New Testament Study, Grand Rapids 1974, 127-143.
(4) G. Mussies, ‘Greek in Palestine and the Diaspora’, en: S. Safrai, M. Stern (ed.), The Jewish People in the First Century, Filadelfia 1976, II: 1040-1064.
(5) S.E. Porter (ed.), The Language of the New Testament. Classic Essays, Sheffield 1991.
(6) Ch. Rabin, ‘Hebrew and Aramaic in the First Century’, en: S. Safrai, M. Stern (ed.), The Jewish People in the First Century, Filadelfia 1976, II: 1007-1039.
(7) J.N. Sevenster, Do You Know Greek? How Much Greek Could the First Jewish Christians Have Known?, Leiden 1968.
(8) M.O. Wise, ‘Languages of Palestine’, en: J.B. Green, S. McKnight, I. Howard Marshall (ed.), Dictionary of Jesus and the Gospels. A Compendium of Contemporary Biblical Scholarship, Downers Grove 1992, 434-444.