11 Pero alégrense todos los que en ti confían; Den voces de júbilo para siempre, porque tú los defiendes;
En ti se regocijen los que aman tu nombre....
La
historia del encuentro del Señor con una mujer samaritana es un maravilloso
ejemplo de su respuesta misericordiosa a quienes sufren. Cristo siempre se
acerca con amor, incluso cuando no reconocemos su mano extendida.
Aunque
este encuentro pudo haber parecido accidental, fue una cita providencial con el
Mesías. Cuando la mujer llegó al pozo, el Señor inició la conversación pidiendo
un vaso de agua. Su acercamiento directo la sorprendió, y abrió la puerta para
un diálogo que cambiaría su vida para siempre.
Durante
toda la conversación, el objetivo del Señor Jesús era ayudar a la mujer a
reconocer su necesidad más importante, para que Él pudiera regalarle lo único
que podría satisfacerla: la salvación y el perdón de sus pecados. Ella había
pasado su vida tratando de encontrar amor y aceptación donde no se encontraban.
El Señor le ofreció el agua viva del Espíritu Santo, lo único que saciaría su
sed espiritual y emocional.
Al
igual que la mujer samaritana, a veces podemos estar tan decididos a satisfacer
nuestras necesidades inmediatas, que no podemos ver la mano de Dios extendida
hacia nosotros con amor, ofreciendo lo que satisface de verdad. Solo Cristo
puede llenar por toda la eternidad nuestras almas vacías y satisfacer nuestras
necesidades emocionales más básicas.
Este
mundo está lleno de “pozos” o cisternas que prometen proporcionar amor,
aceptación y autoestima, pero nunca satisfacen del todo. Cuando su alma esté
vacía y el pozo se seque, busque a Cristo. Él tiene una cita divina programada
con usted, y saciará su sed con su Espíritu Santo, si se lo permite.
Después de leer la descripción de la hermosa creación de Dios en Génesis 1, pudiéramos preguntarnos por qué luego Él destruye al mundo con el diluvio.
Sucedió solo diez generaciones después de Adán y Eva. ¿Qué cambió durante ese tiempo? La respuesta es que el pecado entró al mundo y las consecuencias de la maldad todavía se sienten en nuestros días.
DESARROLLO DEL SERMÓN
Para nosotros, una generación dura alrededor de cuarenta años, y en tan solo una o dos generaciones hemos sido testigos de la degeneración de nuestra sociedad. La prosperidad y el materialismo han aumentado, pero la reverencia por el día del Señor y el respeto hacia las demás personas han disminuido. Para poder determinar todo lo que ha cambiado en diez generaciones, debemos mirar atrás hasta el año 1620. El mundo en el que hoy vivimos es muy diferente al de ese entonces.
El estado del mundo antiguo
Para cuando pasaron diez generaciones desde que Adán y Eva fueron creados, la Tierra se había corrompido.
La evaluación de Dios: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gn 6.5).
El corazón de Dios: “Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón” (Gn 6.6)
La decisión de Dios: “Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho” (Gn 6.7).
Un hombre justo
A pesar del desalentador y deplorable estado del mundo, había un hombre diferente a todos los demás: “Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová… Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé (vv. 8, 9). Aunque no estaba exento de pecar, Noé tenía tres características esenciales que lo distinguían de los demás: Escuchaba a Dios, confiaba en Él y lo obedecía. Por tanto, el Señor le reveló su plan de destruir la Tierra y le ordenó que edificara un arca (vv. 13, 14). Fue por medio de un hombre obediente que Dios salvó a la humanidad.
Preguntas desafiantes
Como también vivimos en un mundo pecaminoso, el cual se vuelve cada vez más malvado, debemos hacernos las siguientes preguntas:
¿Dios nos ve como justos e inocentes?
¿Podríamos describir nuestra manera de vivir como piadosa y santa?
¿Somos diferentes a nuestro entorno cultural, o nos dejamos atrapar por los placeres y vanidades de este mundo?
De acuerdo a la manera en la que vivimos, ¿pueden otros decir que caminamos con Dios?
¿Escuchamos, confiamos en Dios y obedecemos sus mandamientos? ¿Preferimos ser admirados por el mundo, o ser santos ante los ojos de Dios?
El Señor quiere que nos relacionemos de manera profunda, íntima y obediente con Él, en lugar de conformarnos al mundo que nos rodea. Lo cual significa que, en ocasiones, los que viven en pecado no desearán nuestra compañía para no sentirse incómodos. Eso es inevitable pues, al igual que Noé, andamos en luz mientras que las personas del mundo caminan en tinieblas y desean esquivar la luz que expone sus pecados.
Vivimos en un mundo condenado
Aunque Noé estaba seguro de que el Señor lo salvaría a él y a su familia en el arca, también sabía que todo a su alrededor sería destruido; incluyendo a los demás seres humanos. Así que, es muy probable que experimentara una mezcla de sentimientos y pensamientos mientras construía el arca en medio de una sociedad malvada, y les advertía del juicio venidero.
Lo mismo sucede en nuestros tiempos. Sabemos que sin Cristo el mundo no tiene esperanza alguna. La maldad irá en aumento. La seguridad no se puede encontrar en un país, sino solo en la relación con Dios, por medio de Jesucristo.
Encerrados a salvos en el arca
Cuando el arca fue terminada, Dios envió los animales a Noé. Como había escuchado, confiado y obedecido, tanto él como su familia fueron encerrados en el arca por la gracia de Dios. Después de que el Señor cerró la puerta, comenzó a llover, y la lluvia continuó durante cuarenta días y cuarenta noches. El agua no solo cayó del cielo, sino que también salió de las profundidades de la Tierra, hasta que todo fue cubierto.
Al igual que Noé, no sabemos cuándo Dios cerrará una puerta y nos pedirá que nos alejemos de todos con tal de serle fieles. La obediencia tiene límites bien definidos. No tenemos el derecho de cambiar lo que nos ha ordenado, ni de elegir el momento oportuno, ni de obedecer de manera parcial. Por eso es importante que escuchemos al Señor, que confiemos en su Palabra y que le obedezcamos. Esas tres características esenciales nos librarán de muchos problemas y hasta pueden salvar nuestra vida.
Un nuevo comienzo y una nueva promesa
Noé, su familia y los animales permanecieron en el arca por más de un año, mientras esperaban que las aguas descendieran. Dios consiguió lo que se había propuesto y rescató a Noé del diluvio. Después de decirle que saliera del arca, lo primero que hizo fue edificar un altar al Señor y ofrecerle sacrificios en alabanza. Como respuesta, Dios hizo un pacto con Noé, con sus descendientes y con toda criatura viviente de la Tierra: “Estableceré mi pacto con vosotros, y no exterminaré ya más toda carne con aguas de diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra” (Gn 9.11). Y como señal de ese pacto, Dios puso el arcoíris en el cielo (v. 13).
La vida actual no es exactamente como la del mundo antiguo; sin embargo, en muchos sentidos es semejante. Y al igual que Noé, debemos escuchar a Dios, confiar en Él y obedecerle. No podemos darnos el lujo de ser como la gente de los días de Noé que no reconocía que su tiempo era corto. Su perversidad era evidente y extrema, y si bien no somos culpables de tal maldad, nuestra rebelión sigue siendo pecado. Sin la dependencia de Jesucristo como Salvador y Señor personal, nadie escapará del juicio de Dios.
Hoy Dios ofrece salvación, no por medio de un arca, sino por medio de su Hijo. En Romanos 10.9 nos da esta promesa: “Que, si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”.
REFLEXIÓN
¿Qué cambios ha visto en la sociedad en la que vive? ¿De qué manera usted es diferente a las demás personas? ¿Cómo se ha conformado con la mentalidad del mundo?
¿Cuál es el destino de este mundo (2 P 3.5-7)? ¿Cómo debemos vivir entonces (vv. 8-16)?
Una historia que fue escrita hace miles de años aún nos impacta en la actualidad, ya que las lecciones que aprendemos de la vida de Noé todavía son aplicables a nuestro diario vivir.
Lo que hace especial a Noé es que, en medio de una sociedad malvada y corrompida, solo él “halló gracia ante los ojos de Jehová” (Gn 6.8). Eso es lo que debemos desear y buscar para nuestra vida, para que podamos honrar y agradar al Señor.
DESARROLLO DEL SERMÓN
El favor del Señor es la aprobación, aceptación, apoyo, provisión, energía y gozo que nos ha dado.
Para contar con el favor de Dios cada día, debemos escucharlo y confiar en Él. Ambos aspectos son necesarios para que seamos salvos, pues es Dios quien nos indica nuestro pecado y lo mucho que necesitamos un Salvador. Luego debemos creer en Él, recibir el perdón de nuestros pecados por medio de Cristo y confiar en que es nuestro Señor y Salvador. Escuchar y confiar en el Señor son aspectos esenciales en la vida cristiana para que podamos seguir su dirección y andar en su voluntad.
Una buena manera de comprobar si confiamos en Dios es considerar nuestra vida de oración. ¿Venimos ante su presencia con nuestras necesidades y preocupaciones, y terminamos de orar con la confianza de que nos ha escuchado y de que nos responderá? En ocasiones nuestras oraciones parecen no tener vida por falta de fe en Aquel a quien oramos.
Proverbios 3.5, 6 nos enseña cómo podamos andar con Dios como lo hizo Noé. “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas”.
La sociedad de Noé
La sociedad en la que vivió Noé se caracterizó por su gran maldad. Era tan perversa que el Señor se lamentó y decidió destruir a la humanidad y a todos los animales de la Tierra (Gn 6.5-7). Pero había un hombre diferente a los demás: “Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé” (v.9).
Ese debe ser también nuestro deseo, que podamos llegar a ser justos, perfectos y que caminemos con Dios. Nada es mejor que eso. Esa forma de vida requiere que nuestra manera de hablar, conducta y carácter sean evidencia de que andamos con el Señor en rectitud. Y para que eso sea cierto, tenemos que ser diferentes a la sociedad en la que vivimos, tal y como lo hizo Noé.
La misión de Noé
Como Noé era un hombre justo, que escuchaba y confiaba en el Señor, Dios le ordenó construir un arca (v. 14). Ese no era un proyecto sencillo, pues el arca debía medir 137 metros de largo, 15 de ancho y tres pisos de alto. Nada se había construido con esas dimensiones hasta ese momento, así que Noé pudo haber tenido excusas para negarse, pero confió en el Señor e hizo tal y como le había ordenado.
En ocasiones, al obedecer al Señor, no logramos comprender lo que nos pide, ni sabemos cómo completaremos lo que nos ha encomendado. Nuestra naturaleza humana desea conocer todos los detalles antes de proseguir, pero nuestro Padre celestial desea que confiemos en Él y le obedezcamos. Si confiamos lo suficiente para dar el primer paso, podemos estar convencidos de que proveerá lo que necesitamos para dar el siguiente paso. Y si precisamos más dirección, podemos preguntarle en oración, con la confianza de que nos revelará lo que debemos saber.
El enfrentamiento de Noé con la sociedad
Aunque Noé enfrentó grandes obstáculos, escuchó las instrucciones de Dios, confió que le salvaría del inminente diluvio y comenzó a construir el arca. Como era justo y perfecto, ya sobresalía donde vivía; pero, al comenzar con esa obra, las personas a su alrededor creían que hacía algo ridículo. Sin embargo, en medio de las preguntas inevitables que hacían en relación al arca, Noé tuvo la oportunidad de advertirles de la destrucción que se avecinaba. Pero nadie le escuchó, ni creyó en sus palabras; y todos fueron destruidos por el diluvio.
Al igual que Noé, nosotros podemos enfrentar escepticismo y ser cuestionados al escuchar a Dios y obedecer sus instrucciones. Aunque otros no entiendan y quizás nos ridiculicen, debemos hablarles del Señor y contestar las preguntas que podamos. Nuestra responsabilidad es confiar y obedecer a Dios y dejar las consecuencias en sus manos.
La confianza de Noé en Dios
Aunque el mandato de Dios de construir un arca le parecía absurdo a sus vecinos, Noé confió en Dios y siguió sus instrucciones. A cada paso que dio tuvo que confiar en que Dios proporcionaría los materiales y la dirección para construir el arca. No tenía timón, pues el Señor conduciría esa embarcación. Tampoco contaba con velas, pues Dios la impulsaría. Ni tendrían necesidad de un compás, pues Él guiaría su curso. Le dio instrucciones precisas a Noé para que supiera lo que debía hacer.
La confianza también es esencial para caminar con el Señor. Sin ella seríamos como un automóvil sin ruedas, el cual no puede llegar a ningún lugar. Si Dios nos da una orden, también asume la responsabilidad de proveernos aquello que necesitamos para obedecerle. Pero si insistimos en recibir respuesta a cada una de nuestras preguntas antes de dar el primer paso, nunca avanzaremos. Al igual que Noé, podemos confiar en que el Señor proveerá todo lo que necesitamos para cumplir su voluntad. Ya sean recursos financieros o instrucciones específicas sobre lo que debemos hacer, solo debemos pedirle a Dios y esperar a que nos provea en su tiempo.
La clave de Noé para vivir
Su ejemplo nos da lo que podríamos llamar una fórmula básica para vivir: escuchar al Señor, confiar en Él, y luego obedecer. Esa es la fórmula que Dios nos da mientras vivimos en este mundo pecaminoso, la cual podemos aplicar a cada aspecto de la vida. Sin embargo, hay ocasiones en las que sentimos miedo de escuchar, confiar y obedecer al Señor, pues tememos que no nos entiendan o salgamos perdiendo de algún modo. Sin embargo, cada vez que seguimos las instrucciones de Dios ganamos, pues lo hemos obedecido.
Para vivir en santidad, debemos escuchar a Dios al leer su Palabra y confiar en sus enseñanzas. También debemos avanzar en obediencia, con la confianza de que tiene todo el conocimiento y el poder en cada situación. Nada se escapa de su dominio. Además, las bendiciones son resultado de la obediencia. Gracias a que Noé escuchó, confió y obedeció a Dios, su familia se salvó del diluvio y se inició una nueva civilización.
REFLEXIÓN
¿Qué obstáculos debilitan su confianza en Dios? ¿Será la opinión de los demás? ¿Tiene temor de que las cosas no salgan tal como lo desea?
¿Qué garantías personales encontramos en cuanto a los caminos de Dios en Isaías 55.8-11? ¿Qué beneficios de confiar en Él se mencionan en el Salmo 34.8-10?
Según Génesis 6.5-8, el mundo antiguo estaba tan lleno de maldad y crueldad que Dios se lamentó y se arrepintió de haber creado a la humanidad.
Por tanto, decidió destruir a toda criatura viviente en la Tierra. Pero en medio de toda la corrupción “Noé halló gracia ante los ojos de Jehová” y fue librado de la destrucción del diluvio (v. 8). El mundo de nuestros días también está lleno de pecado y corrupción y, como cristianos, somos llamados a imitar el ejemplo de Noé, para que podamos andar en el favor de Dios.
DESARROLLO DEL SERMÓN
El favor del Señor se expresa por su aprobación, aceptación, apoyo, provisión, poder y gozo. Y así se los demostró tanto a Noé como a María, la madre de Cristo (Lc 1.28), lo cual también nos manisfiesta a todos los que hemos sido salvos por medio de Jesucristo.
El favor de Dios fue derramado sobre nosotros al salvarnos y perdonar nuestros pecados, y se manifiesta por medio de la presencia del Espíritu Santo en nosotros al sellarnos como hijos de Dios. Su favor lo podemos sentir cada día al caminar en él.
Después de ser salvos, debemos ver la evidencia del favor del Señor en nuestra conversación, carácter y conducta, al vivir en la plenitud de su Espíritu. Nuestra manera de vivir y habitos deben indicarles a quienes nos rodean que tenemos el favor de Dios. En vez de inquietarnos por las dificultades, podemos confiar en la presencia y fidelidad del Señor que responde nuestras oraciones.
Una de las evidencias del favor de Dios es el deseo que el Señor tiene de comunicarse con nosotros.
Tener el deseo de aprender a escucharle es esencial para que obedezcamos su voluntad. Una de las primeras lecciones que aprendimos cuando éramos niños fue escuchar a nuestros padres, y eso es justo lo que debemos hacer a la hora de relacionarnos con nuestro Padre celestial. Si solo le hablamos mientras oramos y no lo escuchamos, no conoceremos su voluntad para nuestra vida.
En el Salmo 32.8 Dios hace las siguientes promesas:
“Te haré entender”. El Señor nos da conocimiento y entendimiento de su Palabra para que sepamos cómo vivir cada día.
“Te enseñaré el camino en que debes andar”. No sabemos lo que cada día nos depara; pero Dios sí lo sabe y desea guiarnos en todo momento.
“Te aconsejaré con mis ojos puesto sobre ti”. A diario tomamos decisiones y enfrentamos situaciones que nos retan, debido a que no siempre sabemos lo que debemos hacer. Lo que necesitamos es la dirección de Dios, quien será fiel para guiarnos si lo escuchamos. Ya que nos ama y desea que obedezcamos su voluntad, nos aconseja por medio de su Espíritu Santo, quien nos guía y dirige.
Debemos aprender a escuchar a Dios.
Esta es una lección fundamental para todos los que desean vivir en santidad. El Señor no nos abandona después de salvarnos para que hagamos nuestro mejor esfuerzo, por el contrario, desea comunicarse con nosotros si lo escuchamos.
• Escucharle demanda nuestro tiempo y atención. El Espíritu Santo que dirigió a los apóstoles es el mismo que mora en nosotros y nos dirige. A pesar de ser muy bendecidos, a menudo creemos estar demasiados ocupados para escucharlo. Nuestra mente está tan llena con otras preocupaciones, que no podemos escucharlo; pero no hay nada más importante que escuchar al Señor y vivir bajo su control.
• Para poder escuchar a Dios debemos aprender a identificar su voz.
La voz de Dios es congruente con la Biblia. El Espíritu Santo nunca expresará algo que va en contra de la Palabra de Dios. La Biblia siempre será nuestro módelo a seguir.
La voz de Dios discrepa con el razonamiento humano. Debido a que el Señor es infinitamente sabio y omnisciente, sus caminos son más altos que los nuestros y pueden parecernos ilógicos.
La voz de Dios choca con los deseos carnales. Los deseos del Espíritu se oponen a los de la carne (Ga 5.17). Así que, el conflicto interno que sentimos ocurre porque el Espíritu Santo nos guía en dirección opuesta a la carne.
La voz de Dios desafía nuestra fe. En ocasiones su Espíritu nos guía para que hagamos aquello que nos sentimos incapaces de hacer.
La voz de Dios requiere valentía. No siempre es fácil ser obediente, pero los mandamientos del Señor van acompañados en todo momento de su fuerza y poder.
La voz de Dios nos habla con voz apacible. No nos grita, sino que nos habla con ternura, por medio de nuestra conciencia, mientras nos susurra “Este es el camino, andad por él” (Is 30.21).
La voz de Dios nos habla muy claro.Desea que comprendamos lo que nos ha hablado desde el día en que fuimos salvos. Primero, su voz nos hizo reconocer nuestro pecado y nos condujo al arrepentimiento para salvación. Y ahora nos sigue hablando para que podamos vivir cada día en sumisión y obediencia a Él.
La voz de Dios nos habla de manera personal. Nos ama y cuida a cada uno en particular y nos guía en cada situación.
• El Señor nos habla en todo momento, pero debemos escucharle. No escucharemos su voz si llenamos nuestra vida de otros asuntos. Aunque no deseemos escucharle, nunca podremos silenciar la voz del Señor. Pero puede que, de cierta manera, su Espíritu se apague y, como hijos de Dios, seamos disciplinados por Él.
¿Cómo Dios capta nuestra atención?
Nos inquieta. Usa una sensación de incomodidad para la cual no podemos identificar la causa, con el propósito de guiarnos hacia el Señor, y así poder escucharlo.
Nos da un mensaje mediante alguien más. Puede que Dios use a otra persona para hablarnos. Sin embargo, debemos ser cuidadosos al considerar el estilo de vida de esa persona para que no nos desviemos.
Nos bendice. En ocasiones, Dios nos bendice en abundancia para que recordemos cuán bueno es.
Por medio de oraciones no contestadas. Si no responde a nuestras oraciones, puede que esté tratando de hacernos más humildes para que aprendamos a esperar su dirección.
Por medio de decepciones. El Señor usa las decepciones para captar nuestra atención y así volvamos a Él.
Por medio de fracasos. Todo fracaso que nos lleve a orar de rodillas es bueno.
Por medio de problemas económicos. Nuestro Padre celestial desea que pongamos en sus manos nuestras necesidades.
Por medio de enfermedades y lesiones. Puede que Dios use las enfermedades para evitar que vayamos por el camino equivocado y para enseñarnos a seguirle.
REFLEXIÓN
Al examinar su vida, ¿puede afirmar que anda en el favor de Dios? De ser así, ¿cuál es la evidencia de dicho favor en su vida?
¿Qué hábitos y prácticas le ayudan a escuchar al Señor? ¿Qué le impide escuchar la voz de Dios?
Es bastante fácil vivir sin preocuparnos demasiado por nuestra fe. Todo hijo de Dios conoce los elementos básicos del evangelio, que son necesarios para la salvación. Pero una vez que somos salvos, necesitamos crecer en nuestro entendimiento de las doctrinas que son fundamentales para el cristianismo.
Debemos creer que la Biblia es veraz. Las Sagradas Escrituras son la revelación del Padre celestial de su naturaleza, de su plan de salvación y de los pactos que hizo con la humanidad. La Biblia es la autoridad final en cuanto a la vida, fe, salvación y conducta (2 P 1.3), y podemos confiar en que no contiene errores porque Dios inspiró a sus escritores y protegió su transmisión a lo largo de la historia (2 Ti 3.16).
Solo hay un Dios que se expresa en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. El concepto de la Trinidad es apoyado en numerosos pasajes de la Biblia, entre ellos en el del bautismo del Señor Jesús, cuando los tres estuvieron presentes; y en el de la Gran Comisión, en la que se nos dice que hagamos discípulos y los bauticemos en el nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo (Mt 3.16,17; 28.19).
El Señor es el Creador de todas las cosas. Como criaturas suyas, existimos para Él y por medio de Él, y tiene autoridad y poder sobre nosotros (1 Co 8.6). Dios no es una versión más grande de nosotros; Él está en una categoría del todo diferente, porque existe por sí solo, y es la fuente de la vida. Nosotros, en cambio, dependemos de Él para cada respiración.
Estos tres elementos esenciales nos mantienen firmes en la verdad. Si dudamos de ellos, seremos engañados por otras doctrinas (Ef 4.14).
Oficialmente Leiden I 344, es un antiguo papiro escrito en hierático egipcio, y contiene las "Admoniciones de Ipuwer", una obra literaria incompleta cuya composición original fue hecha durante el Reino Nuevo de Egipto. En general se supone que Ipuwer vivió durante el Imperio Medio o el Segundo Período Intermedio, y las catástrofes que lamenta haber tenido lugar cuatro siglos antes durante el Primer Período Intermedio. Ahora se encuentra guardado en el Museo Nacional de Antigüedades Holandés en Leiden, Holanda.
Algunos historiadores a menudo comparan el contenido de este papiro con el Éxodo y las plagas de Egipto. Aunque las fechas de datación de ambas difieran entre sí las similitudes entre los textos egipcios y la Biblia se encuentran fácilmente, algunos extractos del papiro dicen:
- Parte II. Líneas 5-6: "...la peste está en toda la tierra, la sangre está en todas partes, no falta la muerte...". Líneas 8-9: "De hecho, muchos muertos están enterrados en el río; la corriente es un sepulcro y el lugar de embalsamamiento se ha convertido en una corriente". Línea 18: "De hecho, el río es sangre". (Ver Éxodo 7).
- Parte III. Líneas 4-5: "De hecho, oro y lapislázuli , plata y turquesa, cornalina y amatista, Ibhet- piedra y [. . .] están ensartadas en los cuellos de las sirvientas". (Ver Éxodo 12:35-36).
- Parte V. Líneas 12-13: "De hecho, todos los animales, sus corazones lloran; gimen el ganado debido al estado de la tierra". (Ver Éxodo 9).
- Parte VII. Líneas 1-2: "He aquí, el fuego ha subido a lo alto, y su fuego se extiende contra los enemigos de la tierra". (Ver Éxodo 13:21).
El texto contenido en el papiro contiene además otras calamidades entre ellas una agitación por parte de esclavos y sirvientes.
A manera de conclusión, me es menester señalar que no estoy afirmando que el papiro Ipuwer sea evidencia física arqueológica directa del Éxodo hebreo y las plagas de Egipto pero, es notable la existencia de un núcleo común entre ambas narraciones.
Referencias: Quirke, Stephen (2014). Exploring Religion in Ancient Egypt. Willems, Harco (2010), "The First Intermediate Period and the Middle Kingdom". In Lloyd, Alan B. A Companion to Ancient Egypt. The Admonitions of Ipuwer, an English translation of the Ipuwer Papyrus.
Foto: The Dutch National Museum of Antiquities (Rijksmuseum van Oudheden).
Gran parte de nuestra vida puede resumirse en las decisiones que hemos tomado hasta el presente. Por eso es tan importante aprender a tomar decisiones sabias que nos lleven a la vida que Dios quiere para nosotros. Y la base para hacerlo es una convicción firme con respecto a la verdad de la Palabra de Dios, que nos mantendrá seguros en nuestras relaciones, situación económica, trabajo, iglesia y uso de nuestro tiempo.
El principio de siembra y cosecha debe guiar cada decisión que tomemos, porque al final cosecharemos el fruto de nuestra decisión. El apóstol Pablo contrastó dos maneras en que los cristianos pueden sembrar —para el Espíritu o para la carne.
En nuestro interior se libra una batalla entre los deseos del Espíritu Santo y los deseos de nuestra carne —esos pecados y tendencias que permanecen en nosotros incluso después de la salvación (Ga 5.17). Nuestra meta debe ser acabar con los deseos pecaminosos y egoístas que tenemos, para que podamos seguir al Espíritu que nos dirige de acuerdo con las Sagradas Escrituras. Por tanto, cuanto más conozcamos y entendamos la Palabra de Dios, más podremos discernir la guía del Espíritu.
Para hacer esto práctico, recuerde que cada vez que repite en su mente algún agravio que le hayan hecho, se queje con respecto a su situación, murmure sobre un amigo o satisfaga un deseo adictivo, está sembrando para la carne y cosechará más de lo mismo más tarde. Pero si deja que el Espíritu le guíe y fortalezca, podrá perdonar a los demás, estar contento en toda situación, tener deseos santos y producir el fruto del Espíritu (vv. 22-23).
¿Están
sus convicciones espirituales tan arraigadas que le protegen contra la
tentación? Si es así, entonces ciertos problemas ya han sido resueltos en su
corazón. Piense en lo beneficioso que es enfrentar ciertas situaciones en las
que deberá elegir si debe obedecer a Dios, y no tener que luchar para decidir.
¿Por qué razón? Porque la decisión ya fue tomada.
Una
convicción firme hace que las decisiones sean fáciles, pues no hay que sopesar
los pros y los contras de rendirse a la tentación.
Los
apóstoles Pedro y Juan son buenos ejemplos. Las amenazas no les impidieron
hacer lo que el Señor les había ordenado. Por eso, vivir de acuerdo con
nuestras convicciones requiere:
Compromiso con una causa más grande que nosotros, es decir,
el Señor Jesucristo. Al igual que los apóstoles, debemos sentir un amor por
Cristo que supere cualquier interés personal.
Estar claros en cuanto a lo que creemos. No solo debemos
estar convencidos de que la Palabra de Dios es verdadera; también debemos ser
capaces de manejarla bien para enfrentar en la forma adecuada las tentaciones y
los engaños.
Estar dispuestos a tener conflictos. Otros pueden
reaccionar de manera negativa a nuestra obediencia.
Confianza en la soberanía de Dios. Él tiene el
control absoluto de la situación, y obra para nuestro bien.
Si
usted se compromete a vivir de acuerdo con sus convicciones, Dios le
fortalecerá para que se mantenga firme, y le brindará consuelo en medio de
cualquier sufrimiento.
Just before I sing, I feel prompted to say something very quickly. About two years ago, though I loved the Lord, I was struggling in my personal life. And I can take you back to the day I came home from school and turned on the Message of the Cross. And when you're Christian and you're failing, you can throw away all of your theology that you know about the Bible because you're hurting and you're struggling. But this night Brother Swaggart didn't give us theology on the Message of the Cross. He said, "If you don't quit, God won't quit." And let this song bless you. - Joseph Larson
Cuando
observamos la condición pecaminosa de nuestra nación, reconocemos sin vacilar
la necesidad de un cambio; sin embargo, la solución bíblica para nuestra
situación es sorprendente. En su primera carta a Timoteo, el apóstol Pablo
pidió a su discípulo que fijara algunas prioridades en la Iglesia, entre ellas
la oración “por gobernantes y por todas las autoridades” (2.2 NVI). Nuestras peticiones nos ayudan a tener una
vida tranquila y consagrada y, por tanto, brinda oportunidades para hablar a
otros acerca del Salvador (vv. 2-4)
.
El
apóstol Pablo nunca le habría dado esta instrucción a Timoteo si no creyera que
las oraciones de la Iglesia ayudaban a lograr los planes de Dios para la
nación. El problema no se trata de la promesa o del poder del Señor, sino de
nuestra duda. Al enfocarnos en la magnitud de los problemas o en el poder de
los gobernantes, perdemos de vista a nuestro Dios soberano, que escucha
nuestras súplicas por su divina intervención.
Los
poderes políticos y la legislación no se determinan en última instancia en las
salas de conferencias ni en cámaras de gobiernos, sino en los lugares
reservados para la oración. Las voces que dan forma a la dirección de una
nación no son siempre las que resuenan en los pasillos legislativos, sino las
que se acercan al trono del Padre celestial con fe (He 4.16). Mientras la Iglesia crea y ore, el Señor
responderá.
Si
bien Dios puede cambiar un país, usted se preguntará por qué ha esperado tanto
tiempo. Pero es probable que Él ya esté trabajando de maneras que no
reconocemos ni entendemos. Toda autoridad en la Tierra puede ser tocada por el
poder de la oración si estamos dispuestos a pedir y creerle a Dios.
Como
hemos visto, Dios no desaprovecha nuestro dolor. Para empezar, lo usa para
atraernos a Él. Además, es una herramienta para eliminar lo que obstaculiza
nuestra santidad, ayudarnos a crecer en la fe y hacernos cada vez más
semejantes a Cristo.
Veamos
algunas otras maneras en que nuestras pruebas se convierten en triunfos cuando
confiamos en el Señor. A través de las dificultades, podemos...
Participar de la santidad de Cristo. Hebreos 12.10 declara que cuando Dios nos
disciplina, lo hace para llevarnos al punto en que se expresa la santidad del
Señor en nuestra vida —en vez de silenciarla.
Aprender a dar gracias en todas las situaciones. Todos
hemos enfrentado circunstancias en las que era difícil mencionar algo por lo
que nos sentíamos agradecidos. Pero 1 Tesalonicenses 5.18 nos dice que demos gracias “en
todo”, sin importar cómo nos sintamos. Con la experiencia, aprendemos a estar
agradecidos incluso por el sufrimiento, pues sabemos que algo bueno resultará.
Desarrollar perseverancia.Romanos 5.1-5 dice que la tribulación lleva a la
perseverancia, y la perseverancia a su vez desarrolla el carácter, lo cual nos
da esperanza. Cuando decidimos no rendirnos en circunstancias difíciles,
permitimos que Dios nos de fuerzas para seguir adelante.
Participar en los sufrimientos de Cristo. Nada era más
valioso para el apóstol Pablo que conocer a Cristo (Fil 3.8-11). Pero ¿cómo puede uno conocer, de
verdad, a alguien sin identificarse con su vida y sus experiencias?
En
ocasiones, Dios nos permite sufrir para que podamos reconocer con humildad
cuánto lo necesitamos. Cuando confiamos en su voluntad, usa las pruebas de
maneras asombrosas.
La obra del Espíritu Santo Recuerde que la vida cristiana consiste en que Cristo vive en y a través de nosotros por el poder del Espíritu ...
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"Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él - Juan 3:16-17 (NTV)".