Romanos
8.12-18
¿Con qué frecuencia se considera heredero de Dios? Por lo general, no es lo
primero que nos viene a la mente cuando pensamos en las bendiciones que
recibimos cuando aceptamos a Jesucristo como Salvador. Quizás esto se deba a
que no sabemos en realidad qué significa ser heredero de Dios. Tampoco tenemos
claro lo que nos espera en la eternidad, o cuándo ocurrirá.
Ser heredero se asocia, por lo general, con lazos familiares, y lo mismo se
aplica a nuestra relación con Dios. Cuando nacimos de nuevo por su Espíritu,
nos convertimos en sus hijos adoptivos, y, como tales, somos herederos junto
con Cristo. En Colosenses
1.15, el Señor es llamado
“el primogénito de toda creación”. En el mundo antiguo, el hijo primogénito
tenía una posición de prominencia en la familia, y era el heredero principal de
todo lo que poseía su padre. De la misma manera, Jesucristo tiene la posición de
primogénito y es el heredero de toda la creación.
Lo extraordinario es que Él ha prometido compartir su herencia con nosotros.
Cuando regrese en gloria para ocupar el lugar que le corresponde como Rey de
reyes en la Tierra, gobernaremos con Él, bajo su autoridad (Ap 2.
26, 27). La vida cristiana
está llena de favor inmerecido. La gracia de Dios que experimentamos ahora es
solo la punta del iceberg.
Entender todo lo que Cristo ha hecho y hará por sus hijos, debe inspirarnos
a vivir para Él. El Espíritu Santo que mora en nosotros, nos faculta para hacer
morir nuestros deseos carnales y seguir a Dios en obediencia, incluso cuando
eso tenga un alto precio. Cualquier cosa que suframos aquí por amor a Cristo,
es insignificante comparado con la gloria que nos espera.
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