El regalo más grande que una madre puede dar a sus hijos, es su ejemplo de
amor y obediencia a Dios. Nuestros hijos necesitan ver los principios de
santidad puestos en práctica cada día en nuestras palabras y decisiones, ya que
los padres somos sus primeros maestros y consejeros espirituales que tienen en
la vida.

Los pastores y los maestros de la iglesia pueden ayudar a inculcar en los
niños el conocimiento y el amor al Señor. Sin embargo, son los padres quienes
tienen la principal responsabilidad de invertir tiempo, paciencia, instrucción
y amor, para que lleguen a ser hombres y mujeres temerosos de Dios.
Enviar un niño al mundo sin un fundamento bíblico, es como lanzarlo
desprotegido al foso de un león. Puesto que los niños no son capaces de
discernir la verdad del error, los padres deben proteger sus jóvenes mentes
contra el ataque del mundo, hasta que sean capaces de enfrentar las pruebas.
La educación de los niños se lleva a cabo en medio de las actividades
cotidianas. Utilice cada oportunidad que tenga para enseñarles acerca del Señor
y su Palabra, y demostrarles lo que es vivir en santidad. En otras palabras,
sea usted la clase de creyente que espera que ellos lleguen a ser algún día.
Biblia en un año:
2
Crónicas 8-10
Fuente: Dr. Charles Stanley
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