Nadie se jacta de sus debilidades. En un mundo donde la independencia, la
aptitud física y la autosuficiencia son valoradas, nos esforzamos por ocultar
cualquier limitación. Queremos parecer competentes y capaces de manejar todo lo
que se nos presente.
Pero el Señor no valora mucho la autosuficiencia. La salvación misma
requiere que nos humillemos, reconozcamos que somos pecadores y vengamos con
las manos vacías a Jesucristo, confiando en Él para salvación. Incluso en la
iglesia, estamos llamados a dar a conocer nuestras luchas, confesarnos nuestros
pecados y orar unos por otros.
La debilidad es nuestra amiga, no una enemiga. El orgullo humano es una
fuerza poderosa que debe ser desarraigada. Y la debilidad es, con frecuencia,
la herramienta que Dios usa para eso. En la vida de Pablo, era un “aguijón en
la carne”; en el nuestro, puede ser una enfermedad, el envejecimiento, una
necesidad económica o cualquier otra cosa que nos ponga de rodillas. ¡Pero qué
buena situación es postrarse ante Dios para pedir su ayuda!
Todo el mundo tiene cierta cantidad de fortaleza, pero la capacidad humana
puede llevar a una persona solo hasta cierto punto. Algunas situaciones
consumen cada gota de energía que tengamos, y exigen todavía más. Cuando no
podamos dar un paso más, Cristo no nos abandonará.
Nuestra debilidad le permite a Dios demostrar su poder en nosotros. Solo así
encontramos la fuerza, la valentía y la paz que necesitamos para seguir
viviendo para su gloria. Él nos capacitará no solo para soportar la prueba, sino
también para atravesarla con un gozo inexplicable.
Biblia en un año:
2
Reyes 16-17
Fuente: Dr. Charles Stanley
0 comentarios:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.