¿Alguna vez ha intentado seguir a dos personas al mismo tiempo? Esto
funciona solo cuando van en la misma dirección. Pero, ¿qué sucede si los
caminos de esas personas se bifurcan? Por ejemplo, imagínese caminando por un
sendero con unos amigos, y llega a una encrucijada. Si una persona quiere ir a
la derecha y otra piensa que debe girar a la izquierda, usted debe elegir a
cuál seguir.
Este principio también es cierto para los cristianos, pero ahora nuestra
decisión es si seguir a Cristo o no. La mayoría de nosotros seguiremos con gozo
al Señor mientras Él vaya adonde queramos ir. Pero, ¿qué sucede si Él nos guía
por un camino de sacrificio, abnegación, sufrimiento o incluso de muerte?
¿Confiaremos en Él y seguiremos adelante por ese camino?
Este fue el dilema que enfrentaron los discípulos. Cuando comenzaron a
seguirlo, esperaban que Cristo estableciera su reino mesiánico, los liberara de
la dominación romana, y les diera lugares de honor y autoridad. Pensando que
pronto serían exaltados en el reino, estuvieron dispuestos a sufrir las
privaciones temporales de hogar, seguridad y comodidad. Pero entonces el Señor
les dijo que su camino los llevaría al sufrimiento y a la muerte, y que, si
querían seguirlo, debían negarse a sí mismos y tomar su cruz.
Muchos cristianos hoy tienen las mismas expectativas que tenían los
discípulos, tal vez no por un reino, pero sí por una vida feliz y próspera. Sin
embargo, esto es como invitar a Cristo a seguirnos. La abnegación significa
renunciar a nuestro derecho a liderar para rendirnos al señorío de Cristo sobre
nuestra vida. Aunque su trayecto no es fácil, solo Él conoce el camino a la
casa del Padre.
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