El letrero favorito de mi madre, que colgaba sobre la puerta de nuestra
casa, nos recordaba que “La oración lo cambia todo”. Desde que era muy pequeño,
fui testigo de esta poderosa verdad por su ejemplo. Ella me contaba algunas
dificultades que estaba enfrentando, y luego me pedía que orara por esos
motivos con ella. Y después se aseguraba siempre de dar la gloria a Dios cuando
compartía la maravillosa noticia de que Él había respondido esas oraciones.
De hecho, esta es nuestra confianza: que cualquier cosa que pidamos, que
armonice con el plan del Padre, será concedida. Y cuanto más tiempo pasemos con
Él, más llegaremos a entender su voluntad y cómo orar por ella.
Recuerde que la oración no hace cambiar de opinión a Dios, pero sí
transforma el corazón del creyente. Algunas peticiones son concedidas de
inmediato, simplemente porque pedimos con la comprensión de que a nuestro Padre
celestial le encanta darnos cosas buenas. Otras peticiones pueden requerir más
tiempo o ciertos preparativos divinos antes de que nos sean concedidas.
Nosotros, mientras tanto, debemos simplemente ser persistentes en la oración.
Cualquiera que sea la respuesta o el tiempo del Señor, podemos confiar en
que Él solo tiene reservado lo mejor para sus hijos. La oración nos permite ser
testigos de la mano de Dios en cualquier situación. Y a medida que dediquemos
atención, tiempo y perseverancia a la conversación con Él, no habrá límite para
lo que podamos lograr en los corazones y las circunstancias de las personas.
Biblia en un año: Jeremías
1-3
Fuente: www.encontacto.org
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