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La gloria de Cristo, Cabeza de la
Iglesia
"El es la imagen del Dios invisible, el
primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas,
las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles;
sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado
por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las
cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la
iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para
que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él
habitase toda plenitud, y por medio
de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como
las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su
cruz. Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos
en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para
presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él; si en
verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza
del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está
debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro -
Colosenses 1:15–23 (RVR)".
En los
siguientes cuatro versículos, tenemos descrito al Señor Jesús: (1) en Su
relación con
Dios (v. 15); (2) en Su relación con la creación (vv. 16, 17); y (3)
en Su relación con la iglesia (v. 18).
El Señor es
aquí descrito como la imagen del Dios invisible. El término
imagen conlleva al menos dos ideas. Primero, comunica el pensamiento
de que el Señor Jesús nos ha hecho capaces de ver cómo es Dios. Dios es
Espíritu, y es por ello invisible. Pero en la Persona de Cristo, Dios se
ha hecho visible a los ojos mortales. En este sentido el Señor Jesús es la
imagen del Dios invisible. Todo el que le ha visto a Él, ha visto al Padre
(ver Juan 14:9). Pero la palabra imagen comunica asimismo la idea de «representante».
Dios había puesto originalmente a Adán en la tierra para que representase
Sus intereses, pero Adán fracasó. Por ello, Dios envió a Su Hijo unigénito
al mundo como SuRepresentante para que cuidase de Sus intereses y
revelase Su corazón de amor al hombre. En este sentido, Él es la imagen de
Dios. La misma palabra imagen se emplea en Col 3:10, donde de los
creyentes se dice que son la imagen de Cristo.
Cristo es
asimismo el primogénito de toda creación, o «de todo ser creado». ¿Qué significa? Algunosfalsos
maestros sugieren que Jesús es Él mismo un ser creado, que fue
la primera Persona que Dios jamás creó. Algunos de ellos están incluso
dispuestos a admitir que Él es la más grande criatura que salió de
manos de Dios. Pero nada podría ser más directamente contrario a la
enseñanza de la palabra de Dios. La expresión «primogénito» tiene
en la Escritura al menos tres sentidos distintos. En Lucas 2:7 se emplea
en un sentido literal, cuando María dio a luz a su Hijo primogénito. Allí
significa que el Señor Jesús fue el primer Niño al que ella dio a luz. En Éxodo
4:22, en cambio, se emplea en sentido figurado. «Israel es mi hijo, mi
primogénito.»
En
aquel versículo no hay pensamiento alguno de que haya habido un nacimiento
literal, sino que el Señor emplea esta palabra para describir el puesto
distintivo que tenía la nación de Israel en Sus planes y propósitos.
Finalmente, en el Salmo 89:27, la palabra «primogénito» se emplea
para designar un puesto de superioridad, de supremacía y singularidad.
Allí Dios dice que Él hará de David Su primogénito, más alto que todos los
reyes de la tierra. David había sido en realidad el menor de los hijos de
Isaí según la carne. Pero Dios había decidido darle un puesto de una
singular supremacía, primado y soberanía.
¿No es precisamente éste el pensamiento en Colosenses 1:15 —el
primogénito de toda criatura?—. El Señor
Jesucristo es el Hijo Unigénito de Dios. En un determinado sentido todos
los creyentes son hijos de Dios, pero el Señor Jesús es el Hijo de Dios de una
manera que no es cierta de nadie más. Él existió antes de toda creación y
ocupa un puesto de supremacía sobre ella. La expresión primogénito de toda
creación no tiene nada que ver aquí con nacimiento. Sencillamente
significa que Él es Hijo de Dios por relación eterna. Es un
título de prioridad de posición, y no simplemente de prioridad cronológica.
Los falsos maestros emplean
el v. 15 (especialmente como está en la RV) para enseñar que el
Señor Jesús fue un ser creado. El error puede generalmente ser refutado
en base del mismo pasaje de las Escrituras que emplean los sectarios. Así
sucede aquí. El versículo 16 declara de manera concluyente que el Señor
Jesús no es una criatura, sino el mismo Creador. En este
versículo leemos que todas las cosas —todo el universo de cosas— fueron
creadas no sólo por él, sino por medio de él y para él. Cada una de estas preposiciones
conlleva un pensamiento diferente. Primero, leemos que por él
fueron creadas todas las cosas. Aquí tenemos el pensamiento de que el
poder de crear estaba en Su Ser. Él fue el Arquitecto. Más adelante en el
versículo leemos que todo fue creado por medio de él. Esto nos habla de
Aquel que es el Agente en la creación. Él fue la Persona de la Deidad por
la cual se ejecutó el acto creador. Además, todas las cosas fueron
creadas para Él. Él es Aquel para quien todas las cosas fueron creadas, el
objetivo de la creación.
Pablo recurre
a extremos para enfatizar que todas las cosas fueron creadas por medio de
Cristo, sean las que están en los cielos, sean las que están en la tierra. Esto
no deja ningún hueco para que nadie pueda sugerir que aunque Él creó
algunas cosas, Él mismo fue originalmente creado. El apóstol pasa
luego a declarar que la creación del Señor incluyó las cosas visibles
y las invisibles. La palabra visibles no precisa de explicación alguna,
pero es indudable que el Apóstol Pablo se daba cuenta de que al decir
invisibles suscitaría nuestra curiosidad. Por ello, pasa a detallar lo que
quiere decir por cosas invisibles. Incluyen tronos,
dominios, principados y potestades. Creemos que estos términos se
refieren a seres angélicos, aunque no podemos distinguir entre los
diferentes rangos de estos seres inteligentes.
Los gnósticos enseñaban que había varios rangos
y clases de seres espirituales entre Dios y la materia, y que Cristo
pertenecía a una de estas clases. En nuestros tiempos, los espiritistas
pretenden que Jesucristo es un ser avanzado de la sexta esfera. Los Testigos
de Jehová enseñan que antes que nuestro
Señor entró en el mundo, era un ángel creado, ¡nada menos que el arcángel
Miguel! Aquí Pablo refuta vigorosamente estos absurdos conceptos declarando de
la forma más clara posible que el Señor Jesucristo es el Creador de
los ángeles —de hecho, de todos los seres, tanto si son visibles como
invisibles.
Él es antes
de todas las cosas, y todas las cosas tienen consistencia en él.
Pablo dice: «Él es antes de todas las cosas», no «Él fue antes
de todas las cosas». El tiempo presente se emplea frecuentemente en la
Biblia para describir la atemporalidad de la Deidad. El Señor Jesús, por
ejemplo, dijo: «Antes que Abraham llegase a ser, YO SOY» (Jn. 8:58,
cf. RVR77 margen). No sólo existía el Señor Jesús antes que hubiese
creación alguna, sino que todas las cosas tienen consistencia en él. Esto
significa que Él es el Sustentador del universo y la fuente de su perpetuo
movimiento. Él controla las estrellas, el sol y la luna. Incluso cuando Él
estaba en la tierra, Él era quien controlaba las leyes mediante las que
funciona nuestro universo de una manera ordenada.
El dominio
del Señor Jesús no sólo cubre el universo natural, sino que se
extiende también al ámbito espiritual. Él es la cabeza del
cuerpo que es la iglesia. Todos los creyentes en el Señor Jesús,
durante esta dispensación, son constituidos en lo que se conoce como el
cuerpo de Cristo, o la iglesia. Así como un cuerpo humano es un
vehículo mediante el que la persona se expresa, así el Cuerpo de Cristo es
aquel vehículo que Él tiene en la tierra mediante el que ha escogido
expresarse al mundo. Y él es la cabeza de este cuerpo. La cabeza habla de
guía, dictado, control. Él ocupa el puesto de preeminencia en la iglesia.
Él es el
principio. Comprendemos por esto que se significa el principio de la
nueva creación (véase Ap. 3:14), la fuente de la vida espiritual. Esto se
explica adicionalmente por el uso de la expresión el primogénito de entre
los muertos. Aquí de nuevo debemos tener la cautela de destacar que esto
no significa que el Señor Jesús fuese el primero en resucitar de entre los
muertos. Hubo casos de resurrección en el Antiguo como en el
Nuevo Testamento. Pero el Señor Jesús fue el primero en resucitar de entre
los muertos para nunca jamás morir. Él fue el primero en levantarse con un
cuerpo glorificado, y resucitó como Cabeza de una nueva creación. Su
resurrección es singular, y es la prenda de que todos los que confían en
Él también resucitarán. Esto le proclama como supremo en la creación
espiritual.
Cristo no
puede ser segundo ante nadie. Él es «el primogénito de toda creación»,
porque Él lo ha creado todo (Col. 1:15, 16). Él es asimismo el primogénito
de entre los muertos en relación con una familia redimida y celestial.
Así, la creación y la redención le dan a Él los honores de la supremacía
por ser Él quien es y por lo que Él ha hecho: «Para que en todo tenga la preeminencia». Él es
primero en todo. El Señor Jesús tiene así una doble preeminencia —primero
en creación, y luego en la iglesia—. Dios ha decretado que en todo tenga
Él la preeminencia. ¡Qué respuesta es ésta para aquellos que en los
tiempos de Pablo (y en los nuestros) querrían robarle Su deidad
y hacer de Él sólo un ser creado, por exaltado que sea! Al leer que
en todo tenga la preeminencia, es sólo apropiado que cada uno de nosotros
se pregunte: «¿Tiene él la preeminencia en mi vida?».
Darby traduce
el versículo 19 de la siguiente manera: «Porque en Él se complació en
morar toda la plenitud [de la Deidad].» La tradición de las versiones antiguas
podría hacer parecer como si en algún punto de tiempo (obsérvense que «el
Padre» no existe en el texto griego) el Padre se hubiese complacido en
hacer que en el Hijo morase toda plenitud. El verdadero sentido es que la
plenitud de la Deidad siempre moró en Cristo.
Los herejes
gnósticos enseñaban que Cristo era una especie de «casa intermedia»
hacia Dios, un eslabón necesario en la cadena. Pero había otros y mejores
eslabones más adelante. «Id adelante a partir de Él», apremiaban,
«y alcanzaréis la plenitud». «No», responde Pablo, «¡Cristo es
Él mismo la completa plenitud!». Toda la plenitud mora en Cristo. La
palabra para morar aquí significa habitar de manera permanente,
no simplemente visitar de manera temporal.
El versículo
19 está conectado con el versículo 20: «Por cuanto tuvo a bien el Padre
… por medio de él (Cristo) reconciliar consigo todas las cosas … haciendo la
paz mediante la sangre de su cruz.» En otras palabras, no fue sólo el
beneplácito de la Deidad que morase toda la plenitud en Cristo (v. 12),
sino también que Cristo reconciliase consigo todas las cosas. Hay dos
reconciliaciones mencionadas en este capítulo: (1) La
reconciliación de cosas (v. 20), y (2) la
reconciliación de personas (v. 21). Lo primero es aún futuro, mientras
que lo segundo es cosa pasada para todos los que han creído en Cristo.
Pablo
recuerda a los colosenses que en el caso de ellos la reconciliación era
ya cosa cumplida. Antes de la conversión de ellos, los colosenses habían
sido pecadores de los gentiles, extraños de Dios y enemigos de Él en sus
mentes, por causa de las malas obras que hacían (cf. Ef. 4:17, 18).
Necesitaban desesperadamente ser reconciliados, y el Señor Jesús, en Su
gracia incomparable, había tomado la iniciativa.
Los había
reconciliado en su cuerpo de carne, por medio de la muerte. No fue por Su
vida, sino por Su muerte. La expresión su cuerpo de carne sencillamente
significa que el Señor Jesús llevó a cabo lareconciliación muriendo en
la cruz en un verdadero cuerpo humano (y no como un espíritu,
como decían los gnósticos que Él era). Si se compara Hebreos 2:14–16,
donde la Encarnación de Cristo es declarada una necesidad para
poder efectuar la redención se notara a leguas. El concepto gnóstico negaba
este extremo. El maravilloso resultado de esta reconciliación se expresa
en las palabras para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles
delante de él. ¡Qué maravillosa gracia, que unos impíos pecadores puedan
ser librados de su malvada vida pasada y ser llevados a un reino de
tan grande bendición!
«En Cristo
encontramos a un Dios que está cerca, solícito, compasivo y salvador». La
plena eficacia de la reconciliación de Cristo con respecto a Su pueblo se verá
en un día venidero cuando seamos presentados a Dios Padre sin pecado,
mancha ni acusación alguna contra nosotros, y cuando, como adoradores,
reconoceremos con gratitud y gozo a Cristo como Aquel que es digno (Ap.
5).
Ahora el
Apóstol Pablo añade uno de los pasajes condicionales en si que
han resultado muy desconcertantes para muchos hijos de Dios.
Superficialmente, el versículo parece enseñar que la conservación de
nuestra salvación depende de que permanezcamos en la fe. Si así fuera, ¿cómo
podríamos conciliar este versículo con otras porciones de la palabra de
Dios, como Juan 10:28, 29, que declaran que ninguna oveja de Cristo
puede perecer jamás? Tratando de responder a esta cuestión,
querríamos primero decir que la seguridad eterna del creyente es una
bienaventurada verdad que está claramente expuesta en las páginas del NT.
Sin embargo, las Escrituras también enseñan, como en este versículo, que la
verdadera fe siempre tiene la cualidad de permanencia, y que aquel que
haya nacido verdaderamente de Dios continuará fielmente hasta el fin. La
permanencia es una prueba de realidad.
Naturalmente,
hay siempre el peligro de recaídas, pero un cristiano cae sólo para volverse
a levantar (Prov 24:16). No abandona la fe. El Espíritu de Dios ha
considerado oportuno poner muchos de estos llamados pasajes «condicionales»
en la palabra de Dios, a fin de desafiar a los que profesan el nombre
de Cristo tocante a la realidad de su confesión. No querríamos decir nada
que pueda embotar el acerado filo de estos pasajes. Como alguien ha dicho,
«Los pasajes condicionales de la Escritura contemplan a los cristianos
profesantes aquí en el mundo, y constituyen sanas pruebas para el alma».
Observando
todo esto, el lector encontrará, con un cuidadoso estudio de la Palabra, que es
hábito del Espíritu acompañar las más plenas y absolutas declaraciones de
la gracia con advertencias que implican un ruinoso fracaso por parte de
algunos que están nominalmente en la fe. … Advertencias que chocan
duramente en los oídos de los insinceros profesantes son bebidos bien
dispuestos como medicina por el alma piadosa. … El objetivo de esta enseñanza
que tenemos aquí es alentar la fe, y condenar por anticipado a los
irreflexivos y autoconfiados meros profesantes. Con los gnósticos
indudablemente presentes en mente, el apóstol apremia a los colosenses a
no moverse de la esperanza que acompaña al evangelio, o que el
evangelio inspira. Ellos debían permanecer en la fe que habían aprendido
de Epafras, fundados y firmes.
Una vez más
Pablo se refiere al evangelio como proclamado en toda la creación que está
debajo del cielo. El evangelio va a toda la creación, pero no ha alcanzado
aún literalmente a toda criatura. Pablo está argumentando que la
proclamación mundial del evangelio es un testimonio de su genuinidad. Ve
en esto la evidencia de que es adaptable a las necesidades de la humanidad
en todo lugar. Este versículo no significa que toda persona en el mundo de
aquel tiempo había oído el evangelio. No era un hecho consumado, sino
un proceso que estaba en marcha. Además, el evangelio sí había alcanzado a
todo el mundo bíblico, esto es, el mundo del Mediterráneo.
Pablo se
refiere a sí mismo como ministro, una palabra latina que
significa sencillamente «siervo». No tiene nada de oficialidad en
sí. No denota un cargo elevado, sino un humilde servicio. Para con ello
dar a entender que el amo/cabeza de la iglesia es Jesucristo no un simple
hombre mortal. Estamos para servirle, glorificarle y obedecerle.
Fuente: www.apostasiaaldia.org
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