6 ago 2015

Posted by Refrigerio Bíblico | 05:00 | No comments

Gracia inagotable
Por qué la sopa es comida tanto de reyes como de mendigos.

por Katelyn Beaty


Los Andes, la cadena montañosa más larga del mundo, tiene su punto central en el Perú, un país de América del Sur cuyas ruinas incas despertaron mi imaginación durante un curso de la universidad, titulado “Arte de las Américas”. Ocho años después, mi hermano y yo estábamos en los Andes, caminando pausada y pesadamente por sus pedregosos y estrechos senderos, y deteniéndonos regularmente para inhalar oxígeno, un recurso bastante valioso a más de 3.600 metros sobre el nivel del mar.
Estábamos tomando el Sendero de Lares hasta Machu Picchu —una ciudad laberíntica que se mantuvo oculta de los conquistadores de los años 1.500— por cordilleras verdes con una buena planificación urbana. Habían pasado semanas desde que había revisado la lista de artículos necesarios para viajar a esta región del mundo, cuando recordé la ropa térmica de lana que mencionaba la lista. En el húmedo Medio Oeste de los Estados Unidos había sido difícil imaginar la necesidad de usar ropa interior de lana a mediados de agosto. Pero el final del verano en Chicago es el final del invierno en el Perú. Y en el segundo día de nuestro viaje, nuestro guía nos llevó a través de Paso del Cóndor —a casi 5.000 metros de altura, la zona más elevada del sendero. Mientras nos acercábamos, miramos hacia arriba, con la esperanza de ver cóndores andinos paseándose por encima de nosotros; pero las gotas de lluvia, los copos de nieve, y finalmente el granizo, nos golpeaban el rostro. Al mismo tiempo, tratábamos de mantener la mirada puesta sobre nuestras botas, que estaban bien afincadas sobre el terreno, para que la humedad no nos hiciera resbalar por un precipicio. Empapados y helados, llegamos a la cima y sacamos algunas fotos antes de iniciar rápidamente el descenso.



El otro lado estaba cubierto de nieve, pero la precipitación la desvaneció un poco mientras descendíamos hacia el valle donde acampamos para pasar la noche. A las 5 de la tarde, nuestro guía, Juan Carlos, nos pidió que entráramos a la carpa de comida para tener la merienda. La comida de esa noche consistió en cancha salada (granos de maíz tostados y salados mezclados con queso duro), tequeños (queso blanco envuelto y frito en una masa de empanada), chocolate caliente, y té hecho de la afamada hoja de coca. ¿Dolor de cabeza? Comer hojas de coca. ¿Músculos adoloridos? Comer hojas de coca. ¿Corazón destrozado? Comer hojas de coca, dice Juan Carlos, quien creció no lejos de nuestro campamento. Él es el mayor promotor del consumo de coca en la región, y por eso se servía esa bebida en cada comida. Pero esa noche, el té no cambió el hecho de que yo estaba congelada, y que no podía encontrar manera de entrar en calor.
Después de la merienda vino la cena. Las cocineras se llevaron nuestros platos medio vacíos de cancha salada y nos trajeron a cada uno un tazón de tamaño mediano lleno de sopa de quinoa. Esta antigua semilla de los Andes estaba mezclada con calabaza, frijoles, zanahoria, calabacín, cebolla, puerros y papas, en un delicioso potaje. Se dice que los incas cultivaban la quinoa hace 3.000 años o más, a la que llamaban chesiya mama, el “cereal madre”.

Tomé un sorbo de la sopa, sintiendo el calor que bajaba por mi garganta, y comencé a creer que la noche no sería tan larga ni fría. La sopa —ese satisfaciente, básico y accesible producto— me ayudaría a sobrevivir hasta la mañana. El comerla se sintió delicioso y saludable. Se sintió como si fuera amor.
La sopa ocupa un lugar destacado en toda cultura humana, en parte porque requiere de los ingredientes y los métodos más sencillos de preparación. El agua y un trozo de carne o un conjunto de verduras sobre un fuego en un recipiente resistente al calor crean un nutritivo potaje, creando nuevos sabores en el proceso. A lo largo del tiempo, las culturas han desarrollado sus propias variedades de sopa: borscht [sopa rusa de remolacha], miso [pasta japonesa de soya fermentada], chowder (sopa espesa), menestrón [sopa de arroz con pasta y verduras], entre otras. Los restaurantes mismos están ligados estrechamente a la sopa. En la década de los años 1700, los vendedores callejeros en Francia vendían una sopa llamada restaurer —literalmente “restauradora”— anunciada como un remedio para el agotamiento.



Algunas sopas son el resultado del refinamiento o el talento artístico culinario, y están en primera plana en los menús (pensemos en el gazpacho o la bullabesa). Pero, por lo general, las sopas están en el lugar más humilde de la lista de platos. Alimento es lo que se ajusta a las necesidades más básicas, como son las de las personas que visitan un comedor gratuito. Es por eso que el protagonista del libro Un día en la vida de Iván Denisovich, un relato sobre la vida de Alexander Solzhenitsyn en un campo soviético de trabajos forzados, valora la sopa. “Congelados y hambrientos”, dice, algunos prisioneros miran “un aguado plato de sopa de repollo, medio quemado”, y lo reciben “como lluvia en la tierra reseca. Ese plato de sopa era más apreciado que la libertad, más apreciado que la vida misma, pasada, presente y futura”.
Gracia inagotable
Nuestro alegre grupo de excursionistas disfrutó de una gran variedad de sopas en cada almuerzo y cada cena de nuestra excursión. A pesar de que teníamos ocupaciones, nacionalidades y creencias diferentes, teníamos en común nuestra persistente necesidad de restauración y cordialidad. La Biblia al Día traduce Proverbios 15.17 así: “Mejor es comer sopa con un ser amado que buena carne con quien odiamos”. La comida es combustible. Pero también puede ser un medio de gracia —uno que nos ayuda a entender que estamos más alimentados, más protegidos y más cuidados por nuestro Hacedor, de lo que sabíamos o pensábamos que era posible.
Y cuando recibimos la gracia, en la forma que sea, no es extraño que queramos compartirla con los demás. Diez días después del viaje con mi hermano, yo estaba ya investigando recetas de sopa peruana, en sus mezclas inagotables: sopa criolla (carne de res y cabello de ángel), aguadito de pollo (pollo y cilantro), crema de zapallo (calabaza). Quisiera prepararlas para que mis amigos se den un banquete con ellas mientras les hablo de nuestra excursión. Estoy descubriendo que hay tantas variedades de sopa como ocasiones en que las que se necesita un poco de comida sencilla.

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