Recto y justo
La rectitud no tiene que ver solamente con lo que usted defiende —sino también a quién.
Por Joshua Ryan Butler
Ilustración por Marina Muun
La palabra recto está viviendo tiempos difíciles. Cuando la oímos, tendemos a pensar en “santurrón” —en una persona idealista que mira condenatoriamente y con un sentimiento de superioridad a los pecadores.
No obstante, de acuerdo a la Biblia, ser recto es vivir debidamente y buscar justicia. La palabra del Antiguo Testamento traducida como “recto” es tzedaká, un estrecho paralelo con otro término hebreo, mishpat, que significa “justicia”. En realidad, “rectitud y justicia” van de la mano en toda la Biblia. Dios hace rey a Salomón “para que [gobierne] con justicia y rectitud” (1 R 10. 9 NVI); Job dice: “De justicia y rectitud me revestía; ellas eran mi manto y mi turbante" Job 29.14 NVI; y el salmista dice que espera que [el rey] “juzgará a tu pueblo [de Dios] con justicia, y a tus afligidos con juicio” (Sal 72.2). La rectitud y la justicia son hermanas gemelas en la Biblia; es lamentable que las separemos al nacer.
¿Por qué debemos buscar la justicia? Porque ella se fundamenta en el carácter mismo de Dios. El salmista declara que Dios ama “justicia y juicio; de la misericordia de Jehová está llena la tierra” (33.5), y que “los cielos declaran su justicia, porque Dios es el juez” (50.6).
El amor de Dios da lugar a su justicia para el mundo. Él ama a las personas, y por esto, hay maneras buenas de tratarnos unos a otros, y también maneras malas de hacerlo. Puesto que el Señor Jesús le ama a usted, y Él quiere que prospere, si yo le maltrato, exploto o engaño, no le trato de la manera que merece como alguien que es amado por Dios. Si yo le difamo, le acoso o le agredo, atento contra un sujeto de la estima de Dios. Destruyo la dignidad que usted tiene como alguien a quien Dios creó a su imagen y a quien ama profundamente. En otras palabras, cometo una injusticia contra usted.
Cuando un padre maltrata a su hijo, Dios está al lado de ese niño recibiendo la golpiza. Cuando la dueña de una empresa es mezquina en cuanto al salario de sus empleados para enriquecerse, Dios está con sus familias necesitadas y contra ella. Pues, a medida que aumenta sus ganancias, roba a Dios.
El Señor está en contra de la injusticia porque Él se identifica por amor con quienes son agraviados. El amor de Dios es más que un consuelo; es una confrontación. El amor de Dios tiene dientes.

Algunos grupos de la sociedad son más vulnerables, por lo que Dios le dice constantemente a su pueblo que procuren la justicia para ellos. Cuatro grupos se mencionan regularmente de esta manera a lo largo del Antiguo Testamento: viudas, huérfanos, extranjeros y pobres. Al citarlos, Dios declara que Él está a favor de los vulnerables, y con ellos.
En última instancia, nuestra manera de tratar a las personas es la manera como tratamos al Señor. Cuando pecamos contra los demás, pecamos contra Él. Por ejemplo, David abusó notoriamente de su poder para cometer adulterio con Betsabé y hacer que su esposo Urías fuera asesinado para ocultar su falta. Pero, a fin de cuentas, cuando tuvo que afrontar el gran maltrato que había infligido a otros, clamó en arrepentimiento a Dios: “Contra ti, contra ti solo he pecado” (Sal 51.4).
La justicia de Dios debe dar lugar a la nuestra. Después que el Señor liberó a Israel de la esclavitud en Egipto, Moisés le ordenó al pueblo: “Y al extranjero no engañarás ni angustiarás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto. A ninguna viuda ni huérfano afligiréis” (Ex 22.21, 22), y les advirtió: “Maldito el que pervirtiere el derecho del extranjero, del huérfano y de la viuda” (Dt 27.19). El pueblo de Israel recibió la orden de hacer esto para que recordara que Dios le liberó de Egipto. (Véase también Lv 19.33; Dt 24.17, 21).
En otras palabras, Israel fue llamado a hacer esto porque Dios da libertad. Busca justicia y rectitud en el mundo que Él creó, y llama a su pueblo a participar a su lado en esto: “Buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda” (Is 1.17). Lo cual es más que hacer algo bueno; es una manera de mostrar el carácter mismo de Dios, porque “El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos” (Sal 103.6 NVI).

Este principio no se limita al Antiguo Testamento. La palabra dikaiosune aparece muchas veces en el Nuevo Testamento —algunas veces es traducida como “justicia” y otras, como “hacer el bien”, pero es la misma palabra. Así que, cuando Jesús dice: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia” (Mt 5.10), puede leerse también como “por causa de hacer el bien”.
En cierto modo, esta traducción tiene, en realidad, más sentido. ¿Alguna vez ha escuchado hablar de alguien perseguido por lo que pensamos que significa “ser justo”? ¿Por evitar las drogas, ayudar a las ancianas a cruzar la calle, o en general, por ser una buena persona? Pero si usted se opone a la injusticia en nuestro mundo, puede encontrar oposición muy rápidamente.
Si vamos a buscar la justicia, tenemos que aprender a confiar y a depender de Dios dándonos sacrificialmente, lo que podría hacer que terminemos en situaciones difíciles o peligrosas. Como dice Habacuc 2.4: “El justo por su fe vivirá”. Por tanto, como personas de fe que anhelamos ser agentes de Dios, busquemos ejercer acciones llenas de vida —para nuestros prójimos y enemigos, y para un mundo desgarrado por el pecado.
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