La sorprendente construcción de la historia de Dios
En Cristo, nuestras historias personales se dirigen a una dirección segura. Pero eso no significa que podamos predecir adónde irán.
por Jen Pollock Michel
"Mamá murió hoy”. Con esta impactante frase comienza la novela El extranjero de Albert Camus. El lector se siente sorprendido de inmediato, incluso molesto. ¿Quién está hablando? ¿Y por qué está esa persona tan insensiblemente tranquila ante el dolor? Estas tres lacónicas palabras —Mamá murió hoy— tienen un papel importantísimo. Captan la curiosidad de los lectores para seguir la historia, adondequiera que ésta los lleve.
Ya se trate de un escrito secular o de la Biblia, los principios de la buena escritura son universales. “Unas palabras iniciales deben invitar al lector a comenzar a leer la historia”, dice el novelista Stephen King. “Deben decir: Escuche. Venga acá. Usted necesita saber esto”. King reconoce que antes de empezar a trabajar en una novela, pasa meses pensando en las primeras frases y en los párrafos de introducción. “Si puedo acertar en ese primer párrafo, sabré que puedo escribir el libro”.
Los escritores saben que las frases y los párrafos de apertura tienen mucho peso narrativo. En sentido figurado, tienen que dejar abierta la puerta de la historia para atraer al lector. Como lectora y escritora, me gusta ver lo que puedo deducir de la totalidad de una historia desde su inicio.
Traigo esta curiosidad acerca de cómo iniciar las frases y los párrafos, incluso a la Biblia, y debido a eso Génesis ha sido siempre mi libro favorito. ¿Cómo empieza Dios su historia? “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn 1.1). Para el lector que se topa con la primera frase de la Sagrada Escritura, la historia parece ser tan dura como un trozo de granito. En el principio me da a entender la estabilidad en el arco narrativo. Intuitivamente, interpreto la historia de Dios como proyectada por algo bueno, como llevada en una dirección segura.

La promesa de Génesis 1 —de la historia— es su estructura. Es como si Génesis 1 tuviera un bosquejo literario, con sus estribillos actuando como referencia. Podemos ver lo que viene. Y dijo Dios: Y fue la tarde y la mañana un día, y vio que era bueno. Este predicible patrón tranquiliza. Los eruditos bíblicos han argumentado a favor de la naturaleza poética de Génesis 1, e incluso en nuestro idioma, se lee como una rima consoladora. Las repeticiones rítmicas dan su forma a la narración de la creación, así como Dios le da forma al mundo amorfo. Lo que antes era un vacío impregnado de oscuridad, lo que antes era una página en blanco, explota con la luz, vida y forma poética: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Gn 1.31). Se escribe la historia, y se crea el mundo; y Dios descansa del estribillo satisfecho de sí mismo.
¡Cómo necesitamos que nuestra fe suene como Génesis 1, como una melodía armoniosa, familiar y predecible! Si todo comenzó tan convincentemente, como “en el principio”, ¿no debiéramos esperar una vida nada complicada, de parte de Dios?
Pero la sorpresa, no la previsibilidad, parece ser la dirección del resto del primer libro de la Biblia. Algo catastrófico ocurre en Génesis 3, lo cual termina con un exilio. Adán y Eva son echados del huerto, y hechos extranjeros y forasteros por su nefasta decisión de desconfiar de Dios y desobedecer su orden. Hay un asesinato en Génesis 4, y Caín, el homicida, es desterrado por sus sanguinarios celos de su hermano Abel.
En Génesis 6, la satisfacción divina por la creación en Génesis 1 se convierte en remordimiento: “Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón” (Gn 6.6). Y aunque Noé y su familia son salvados de la condenación por medio del arca, comienza de nuevo el ciclo de la peregrinación humana. En Génesis 11, la rebelión crece manifestándose en una torre de orgullo: “Vamos, hagámonos un nombre” (v. 4). La humanidad creada por Dios lo desafía a Él y a sus propósitos de manera colectiva.

¿Hacia dónde se dirige la historia ahora? ¿Y qué pasó con la estabilidad que nosotros, como lectores, habíamos sido llevados a esperar? Incluso con Abram en el capítulo 12 (con la esperanza en los propósitos de Dios), hay una espera interminable. De lo que ocurrirá en la historia. De lo que Dios hará.
Algunas de nuestras deducciones de Génesis 1 —acerca de Dios y de la historia— se tambalean con la incertidumbre. Y así debe ser. Quizás esto podría ser un argumento para la lectura de toda la Biblia, y no simplemente para extraer de ella las partes que confirman nuestras preferencias. En el principio es la excelente forma que Dios tiene de comenzar la historia. ¿No nos gusta a todos saber, con un grado razonable de certeza, hacia dónde nos dirigimos?
Pero si algo nos recuerda Génesis es que no hay un patrón a seguir en cuanto a los caminos del Señor, ni tampoco que son predecibles. Sí, en el principio, Dios puso en marcha un inmenso bien que se cumpliría plena y finalmente en Cristo, y esta promesa es sólida como el suelo de granito que pisan nuestros pies. No obstante, quienes se comprometen a seguir y a obedecer al YO SOY EL QUE SOY, no pueden pedir más luz narrativa que una puerta abierta parcialmente.
La fragilidad —y la esperanza— de todas nuestras historias
Hace unas semanas, la mañana después de la fiesta que dimos mi esposo y yo para celebrar nuestros cumpleaños 40, estaba de pie bajo la ducha, lanzando sollozos inesperados. La bondad de nuestros amigos reunidos la noche anterior, las promesas que nos habíamos hecho mutuamente él y yo, y el desconcierto de la vida —la alegría, el dolor y la incapacidad de predecir lo que vendrá.

Ser humano y vivir después de Génesis 3, implica ser sumamente frágil. He sobrevivido a suficientes pérdidas en mi vida para comprender las amenazas de la transitoriedad que nos aterroriza: la muerte de mi padre cuando yo tenía dieciocho años, el suicidio de mi hermano cuando yo tenía veintitrés. Estos capítulos de mi historia me recuerdan que, en cuestión de segundos, todas nuestras historias pueden salirse de control, dejándonos con expectativas destrozadas y con preguntas sin respuestas.
En verdad, me gustaría tener de antemano un pequeño aviso acerca de las sorpresas que me esperan. Anhelo que Dios haga eso conmigo. ¿No puedo saber hacia dónde se dirige esta historia? Pero Génesis me recuerda que Dios no ofrece ningún ensayo de sus guiones. Este libro me quita el gusto por las predicciones. No obstante, Génesis 1 no me deja privada de promesas. Si hay un principio hay una mitad, y si hay una mitad hay un final. De eso podemos estar seguros.
El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, es Dios mismo. Él es el Padre que nunca nos deja o nos abandona. Y el bien que se propuso originalmente para su mundo, es un bien que será restaurado. Esto es porque la muerte, la resurrección y el final retorno de Jesucristo terminarán para siempre con la muerte y su terrible amenaza de la transitoriedad de la vida. Es en la esperanza de esta historia —la del evangelio— que encontramos seguridad para la nuestra.
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