16 oct 2014

Posted by Refrigerio Bíblico | 21:06 | No comments
Usted no es indispensable para Dios
. . . lo cual es la mejor noticia que podría escuchar en la vida.

por Fil Anderson


Hace años, pasé varias semanas viajando por Japón. Recuerdo muy bien las densas nubes oscuras que había en algunas ciudades por la contaminación. En las calles había casetas de cristal a disposición de los peatones que se sentían desesperados por la necesidad de aire puro. Recuerdo cuando salí de una de ellas con la esperanza de poder llegar hasta la siguiente sin asfixiarme.
El recuerdo de meterme en ellas para escapar del aire venenoso es comparable a la necesidad que tenemos de escapar del mundo agitado en que vivimos. Las armas de distracción masiva y de autodestrucción están por todas partes. Nuestras vidas están asediadas todo el tiempo por el trajín, la prisa y el ruido. Se espera que la gente viva con el tanque lleno y el acelerador a fondo, aunque la norma es funcionar con el tanque vacío —inclusive entre los seguidores de Cristo, tristemente.
De haber muerto yo hace veinticinco años, lo más probable es que me recordarían como alguien que estaba funcionando con el “tanque vacío”. Aunque me había convertido en alguien notable en el ministerio que desempeñaba, estaba agotado físicamente, y desmoralizado espiritualmente. Tarde en las noches, mientras mi esposa y nuestros hijos dormían, me quedaba despierto temiendo que no aguantaría más. Y a la mañana siguiente, lo único que podía hacer era salir a rastras de la cama.
Usted no es indispensable para Dios
Mi vacío no había aparecido de un día para otro. Era consecuencia de años de incesante esfuerzo por destacarme como líder dentro de la iglesia. Aunque ayudaba a otros a encontrar a Dios, yo había perdido mi conexión con Él. El estilo de vida que debería haber aumentado mi compañerismo con Dios se había vuelto más bien una amenaza terrible, ya que hablaba más acerca de Él que con Él.
Fue durante ese tiempo que descubrí el himno El mundo entero es del Padre (Himnario Bautista No. 154), que ha sido una fuente de confianza y aliento desde entonces. Más que nada, mi corazón anhela la intimidad con Dios que expresa este himno. Pero para mí ha sido igualmente impactante, el observar la dramática transformación que tuvo lugar en la vida de su autor, Maltbie Babcock.
La primera estrofa del himno dice:
El mundo entero es del Padre celestial;
Su alabanza en la creación
Escucho sonar.
¡De Dios el mundo es! ¡Qué grato es recordar
Que en el autor de tanto bien podemos descansar!
No puedo leer esas palabras sin escuchar su poderosa y positiva melodía. Babcok, que era deportista, músico, actor y estudiante muy inteligente y exitoso, era también alguien profundamente espiritual. Después de graduarse del seminario, comenzó su ministerio en una pequeña ciudad en las riberas del canal de Erie.
Durante aquellos primeros años, en la mañana o tarde en la noche, solía ir a la cima de una colina para disfrutar de la belleza de la naturaleza y estar en comunión con Dios. Su experiencia le inspiró a escribir:
El mundo entero es del Padre celestial;
El pájaro, la luz, la flor
Proclaman su bondad.
¡De Dios el mundo es! El fruto de su acción
Se muestra con esplendidez
En toda la expansión.
Sin embargo, la vida de Babcock tomó pronto un camino diferente. Su comunión con Dios decayó lentamente. Cuando le llegó la invitación de una iglesia más notable, este talentoso y joven siervo de Dios, que todavía no había cumplido treinta años de edad, asumió nuevas y más exigentes responsabilidades. Durante los siguientes catorce años, Babcok rindió un eficiente (y sin duda agotador) servicio. Un número inmenso de personas fue nutrido espiritualmente por su radiante y contagiosa personalidad.
Este período en la vida de Babcock me recuerda una época parecida a la mía. Para el observador casual mi vida parecía bastante buena. Mi trabajo era muy elogiado, y vidas estaban siendo transformadas.
A la edad de 41 años, se le pidió a Babcock que fuera el pastor de una congregación todavía más grande. Lamentablemente, en su nuevo cargo encontraba aun menos tiempo para nutrir su alma; las exigencias y las presiones siguieron desgastándolo. Aunque hacía todo lo posible para tener comunión con Dios y descansar, esas oportunidades se hicieron cada vez menos y más distantes una de otra. Al reflexionar en lo ardua que era su vida, tomó de nuevo la pluma y escribió un poema que refleja un cambio en su enfoque —de vivir en la descansada paz que viene con saber que Dios nos ama, a algo mucho menos consolador. He aquí sus versos autobiográficos:
¡Sé fuerte!
No estamos aquí para jugar, soñar, o a la deriva estar;
Trabajo abundante hay por hacer, y cargas que tomar;
La lucha no rehúyas, enfréntala, de Dios es un regalo.
¡Sé fuerte, sé fuerte, sé fuerte!
Usted no es indispensable para Dios
¿Qué cree usted que le sucedió? ¿Cómo perdió de vista la necesidad de descansar?
Tal vez había llegado a ser como yo: un adicto al trabajo sin control o lo que algunos llaman un “ateo funcional”. Aunque predicaba de Dios, su poder y su control, mi vida demostraba que yo no la había puesto en sus manos. Pero Dios intervino cuando conocí a un hombre que me preguntó acerca de algo en que no había pensado en mucho tiempo. “Háblame de la condición de tu alma”, dijo. Yo no tenía la menor idea. Para salir del embarazoso silencio, comencé a describir el ritmo desaforado y agitado de mi vida. Después de escuchar por un tiempo, el hombre dijo las palabras que cambiaron mi vida: “Fil, parece que estás terriblemente cerca de perder el contacto con el Jesús que tan desesperadamente deseas que otros conozcan”.
Nunca antes unas palabras habían traspasado mi corazón como éstas. Por mucho tiempo había sabido que mi vida espiritual peligraba. Pero no había tenido tiempo para analizar el problema, su causa, o lo que podía resultar si no podía frenar el caos. Antes de que terminara nuestra visita, el hombre me dijo, “Dios te ama demasiado, y por eso no quiere que llegues jamás a convertirte en indispensable”.
Todavía me regocijo con la liberación que comencé a experimentar ese día. Dios me mostró que tengo vida para jugar y soñar, al igual que para realizar el trabajo que me ha encomendado. ¡Qué maravilla es no tener que estar en control! Dios no necesita que trabajemos por Él; desea que trabajemoscon Él.
Todo tiene su tiempo, nos asegura el libro de Eclesiastés en el Antiguo Testamento (3.1-8). Hay un tiempo para trabajar, sí, pero también un tiempo para descansar. Y si no apartamos tiempo para esto último, tarde o temprano descubriremos lo que el escritor de Eclesiastés sabía: Que independientemente de lo importante que sea nuestro trabajo, se puede convertir en una tarea amarga y pesada.
Para aprender a descansar en un mundo agitado tenemos que prestar atención cuando Jesús dice: “Venid a mí”. Cada vez que me siento tentado a olvidar o ignorar su invitación, leo una sencilla paráfrasis de Mateo 11.28-30:
“Ustedes viven siempre angustiados y preocupados. Vengan a mí, y yo los haré descansar. Obedezcan mis mandamientos y aprendan de mí, pues yo soy paciente y humilde de verdad. Conmigo podrán descansar. Lo que yo les impongo no es difícil de cumplir, ni es pesada la carga que les hago llevar” (TLA).
Aunque estamos hechos a imagen de Dios, no somos Dios. No podemos ir a todas partes, hacerlo todo, y ver a todo el mundo. Él nos creó a su imagen y después nos invitó a seguir su ejemplo. “Detente, descansa, y te haré más como yo”, dice el Señor.

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