Hechos para la montaña
El propósito de Dios para nuestra vida se descubre y se cumple solo cuando subimos a lo más alto con Él.
por Charles F. Stanley
El Señor me ha permitido viajar a muchos lugares maravillosos, pero hubo un viaje a Jamaica que me enseñó una valiosa lección en cuanto a la vida cristiana. Durante mi permanencia en esa hermosa isla, un pastor local me invitó a acompañarlo a una montaña para visitar a un diácono de su iglesia. La carretera era tan estrecha que tuvimos que viajar muy lentamente.
Mientras ascendíamos por la montaña, nos detuvimos en varias casas para pedir direcciones. Todas las personas decían lo mismo: “¡Sigan subiendo!” Finalmente, al llegar a la cima de la montaña, encontramos al anciano diácono sentado tranquilamente en el porche de su casa. ¡Qué ambiente tan apropiado para este siervo fiel que había pasado su vida sirviendo a Cristo cuesta arriba. No mucho tiempo después de esa visita, me enteré de que el Señor lo había llamado a ir todavía “más arriba”, a su hogar celestial.
Dios nos creó para ir a la cima. Esa es una de las razones por la que me gustan tanto las montañas —porque nos recuerdan nuestro viaje espiritual. Como dijo el apóstol Pablo: “Sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamado celestial en Cristo Jesús” (Fil 3.14 NVI). El Señor tiene un propósito para cada uno de nosotros, pero éste nunca se descubrirá en los valles de la vida. Para convertir en realidad nuestro llamamiento, siempre debemos avanzar con el Señor y en obediencia a Él. La meta de nuestra vida debe ser como la de Pablo, quien dijo: “Sigo adelante esperando alcanzar aquello para lo cual Cristo me alcanzó a mí” (v. 12).
El rey David también entendió el concepto de ir en ascenso espiritual. Fue durante uno de los períodos más difíciles de su vida que llegó a la cima de su relación con el Señor. Durante muchos años estuvo huyendo del rey Saúl. Los salmos que escribió en esos años están llenos de experiencias durante su refugio en las montañas. En el Salmo 18.33, utilizó estas palabras para referirse al cuidado y a la provisión de Dios: “Hace mis pies como de ciervas, y me hace estar firme sobre mis alturas”.
Una cierva es un venado pequeño cuyas patas están diseñadas especialmente para moverse por las montañas. De igual manera, el Señor ha equipado a cada creyente con pies espirituales que se adaptan perfectamente a la vida en su presencia y conforme a su propósito. Todos hemos sido llamados a alcanzar la cima de las montañas de la vida, pero ¿nos arriesgaremos siempre a dejar la comodidad de las tierras bajas?

Debemos ir en ascenso para cumplir los planes de Dios. Lo único que se necesita para permanecer en el valle es falta de voluntad para rendirse a Dios. ¿Está viviendo para complacerse a sí mismo, en vez de hacerlo para el propósito del Señor? Las tierras bajas están llenas de cristianos que se han conformado con una existencia libre de riesgos, en vez del desafío de seguir a Cristo, ascendiendo por la montaña de su voluntad. Hay quienes comenzaron a subir, pero después se detuvieron a mitad del camino. Desde entonces han estado viviendo en una cómoda meseta.
Una vez, cuando visité las montañas del Líbano con aproximadamente cuarenta personas más, fui testigo de lo que sucede cuando no seguimos adelante. Veintiséis de nosotros quisimos escalar la montaña, pero el resto decidió quedarse en las faldas de la montaña para disfrutar de unos refrigerios. Mientras nuestro grupo ascendía, nos detuvimos en una zona de descanso para recuperar las fuerzas. En ese punto, veintidós de los escaladores decidieron que ya habían ido suficientemente lejos. Querían quedarse en la meseta para descansar. Eso dejaba solamente a cuatro de nosotros para seguir el viaje hasta la cima.
Cuando nos acercábamos a lo más alto de la montaña, el seco paisaje desierto fue reemplazado por una nieve refrescante. Nos reímos, nos lanzamos bolas de nieve, y tomamos fotos hermosas. En cambio, cuando finalmente bajamos y nos reunimos con las personas que estaban en la meseta, notamos que no estaban tan entusiasmadas por la expedición como nosotros. Pero más lamentable aun, las personas que se quedaron en el fondo de la montaña no mostraron ningún entusiasmo en absoluto. Habían elegido la comodidad, y se perdieron de una gran bendición.
La vida abundante la tienen solamente quienes dejan la comodidad para caminar con Dios. ¿Qué le está pidiendo el Señor? ¿Le está guiando a dejar algo, a aceptar una situación que quiere cambiar o a realizar algo que no quiere hacer? Todos estos son indicios de que Él le está llamando a ir más alto. Puede haber luchas, malestar e incertidumbre, pero el resultado valdrá la pena.
Subir requiere fe y valentía. Una de las razones por las que muchos creyentes se resisten a avanzar con el Señor, es por causa de los riesgos. Por ejemplo, supongamos que Dios le pide que dé más generosamente a su iglesia. Desde la perspectiva de usted, ser obediente no conviene frente a un futuro económico incierto. O tal vez Él le está llamando a servir en un área específica, pero no se siente competente, y piensa: ¿Y si fracaso o sufro una humillación?

Ascender con Dios ensancha siempre nuestra fe. ¿Ha visto alguna vez a escaladores profesionales trepar por los acantilados rocosos? Ellos anclan sus sogas en la roca y se balancean en el aire para alcanzar su siguiente punto de apoyo. Así se siente algunas veces obedecer al Señor. Un salto de fe puede parecer arriesgado, pero en realidad, cada acto de obediencia está anclado firmemente en Él. Cristo, la Roca, nos sostiene y promete venir en nuestro seguro auxilio.
Otro problema que enfrentaremos en el camino hacia la cima de la vida espiritual es que descienden nubes que bloquean nuestra visión y nos impiden ver dónde estamos, y adónde ir. Algunas veces, las “nubes” son el resultado de nuestro propio pecado, pero también hay veces que el Señor las trae para probarnos. Cuando no podamos ver claramente nuestro camino, tenemos que confiar en Él para que nos guíe. Es allí cuando Él da su Palabra para iluminar nuestro camino (Sal 119.105).
Las montañas son sitios de recogimiento. Crecer en el Señor no se refiere únicamente al servicio. A veces, simplemente necesitamos sentarnos silenciosamente y disfrutar de su presencia.
Debemos dejar las distracciones de este mundo y ascender a un lugar de recogimiento con el Señor. Al leer su Palabra y orar, seremos capaces de escuchar su voz suave y delicada hablando directamente a nuestro corazón. Él nos ayudará a ver nuestras circunstancias desde su perspectiva eterna, y a entender su voluntad con más claridad.
Lo que quiero que comprenda es que viajar con Dios es la búsqueda más importante en esta vida. Él estará con usted en cada paso del camino para animarle, levantarle cuando tropiece, y darle fuerzas en los momentos de debilidad. Y un día de estos, cuando haya terminado su ascenso y esté finalmente en el hogar celestial, estará de pie delante de Él y escuchará las palabras: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! (Mt 25.23 NVI)”.
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