Cómo vivir victoriosamente
Leer | Mateo 4.18-20
El hombre que dio un paso al frente para predicar en Pentecostés era
imperfecto, y con fama de ser impulsivo. Pedro no solo había discrepado
de Jesús, sino que incluso había negado conocerle. Pero se había
convertido en un hombre cuyo impacto a favor del reino de Dios superaba
su impulsividad.
Al estudiar la vida de Pedro, a menudo cometemos el error de
enfocarnos en sus acciones negativas, como en la duda que casi lo ahogó
cuando caminó sobre el agua, y en las antes mencionadas desaprobación y
negación de Jesús. Pero Pedro es también ejemplo de una vida
victoriosa. Siendo un pescador inculto, que probablemente tenía pocas
otras habilidades, dejó sus redes y siguió a Jesús en el instante que
Él pidió que lo hiciera. Fue el primero en reconocer a Cristo como el
Hijo de Dios (Mt 16.16).
Y después de la resurrección del Señor, su naturaleza espontánea lo
llevó a lanzarse al agua y nadar hacia la orilla cuando vio a su
Salvador esperándolo (Jn 21.7). La devoción de este discípulo no puede ser puesta en duda.
Pedro es una inspiración para nosotros hoy. Dios no escoge a siervos
que sean rocas sólidas, sin ninguna grieta o hendidura. Por el
contrario, elige a personas que tienen debilidades y fracasos. El Señor
busca a creyentes que sean dóciles, que estén dispuestos a
arrepentirse, y que estén listos para entregarse a la voluntad de Dios
—a personas parecidas a Pedro.
Él busca a seguidores dispuestos que hagan suyo el llamamiento de Isaías: “Heme aquí, envíame a mí” (Is 6.8). Esa es la vida victoriosa.
Fuente: www.encontacto.org
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