• JUAN 3:16

    16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna...

  • SALMOS 5:11

    11 Pero alégrense todos los que en ti confían; Den voces de júbilo para siempre, porque tú los defiendes; En ti se regocijen los que aman tu nombre....

  • ROMANOS 14:17

    17 porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo....

31 oct 2014

Posted by Refrigerio Bíblico | 9:39 a.m. | No comments

El poder de la cruz

Dr. Armando Alducin








Fuente: http://youtu.be/kZHwPwM1CZQ
Posted by Refrigerio Bíblico | 9:22 a.m. | No comments

Está su relación con Dios al Borde del Desastre

Dr. Charles Stanley






Fuente: http://youtu.be/ZhQbOzn2zVs
Posted by Refrigerio Bíblico | 9:06 a.m. | No comments

Revestidos de Cristo

Ganar una batalla espiritual comienza siempre con la presencia y el poder del Señor Jesús en nuestra vida.

En algún momento, todos seremos llamados a involucrarnos en la batalla espiritual, ya sea que ésta comience por circunstancias externas o dentro de nuestros propios corazones. En esos difíciles momentos, la sombría insinuación de que no se puede confiar en Dios, nunca está lejos de nuestras mentes.
¿Alguna vez le ha pasado que sin importar lo que haga, no logra dejar de temer que, a pesar de toda su fe y devoción, el Señor no se presentará para salvarle? Nuestros temores y ansiedades más grandes afloran y, de repente, sentimos como si el piso se estuviera abriendo debajo de nuestros pies.
En lo más profundo de nuestro ser, anhelamos tener paz en momentos así. Pero tenemos que reconocer que se está librando una batalla, no por nuestra tranquilidad, sino por nuestro corazón. Permanecer pasivos ante la batalla significa ser derrotados antes de comenzar. Como cristianos, tenemos que aprender cómo luchar de una manera que honre a Dios.
Según las Sagradas Escrituras, Dios ya le ha dado a usted la protección y el poder que necesita para involucrarse en la batalla y salir victorioso.
LEA Efesios 6.10-18
Pablo utiliza la imagen de la armadura para ilustrar esta provisión espiritual tan real de Dios. Y así como hay que ponerse la armadura en el cuerpo pieza por pieza para que ésta sea efectiva, nosotros debemos de manera intencional revestirnos de cada una de estas “armas de nuestra milicia” (2 Co 10.3-5) para estar realmente preparados para usarlas.
Este simbolismo del Nuevo Testamento se conecta claramente con el lenguaje utilizado en otras partes de las Escrituras (véase Isaías 11.4, 5; 59.16, 17 como ejemplos). Hay una verdad fundamental en esta conexión, que puede revolucionar la forma de ver la lucha espiritual. Cada arma o pieza de la armadura es el arma y la armadura de Jesucristo. En estas profecías acerca del Mesías, vemos al Señor como un guerrero, vestido para la batalla espiritual y haciendo retroceder a las fuerzas del mal. No es ninguna coincidencia que lo que Pablo describe evoca estas descripciones (es decir, la coraza de justicia, el yelmo de la salvación, la espada de la Palabra de Dios, o el cinturón de la verdad). Como seguidores del Señor Jesús, lo seguimos en la batalla para recuperar lo que el reino de las tinieblas ha robado y para hacer frente a las artimañas que el Enemigo utiliza para distraer, engañar y desarmar al pueblo de Dios.
Gálatas 3.26-27 nos dice que quienes estamos unidos al Señor, hemos sido “revestidos de Cristo”. Romanos 13.14 repite la frase como una exhortación (que también puede ser traducida como “vestíos de la presencia de Cristo” o “tomad las armas de Cristo”); esto implica que aunque su Espíritu vive dentro de nosotros, debemos decidir con ahínco andar en la realidad de su presencia y de su poder.
Cada vez que usted luche contra los ataques del Enemigo, estando revestido de esta armadura espiritual, se mantendrá firme en Cristo -su verdadera identidad (Col 3.3).
REFLEXIONE Y EXPLORE En estas ideas que tienen apoyo en las Sagradas Escrituras. Si tiene tiempo, examine los pasajes y escriba sus respuestas a cada una de las siguientes preguntas:
  • Ver una situación con los ojos de nuestro corazón cambiará nuestra perspectiva y nos dará confianza en cuanto a la presencia y el poder de Dios.
  • Lea 2 Reyes 6.8-23. ¿Cómo cree usted que cambio la actitud del siervo de Eliseo, después que el Señor le reveló lo que el profeta ya sabía?
  •  Cuando reconocemos quiénes somos realmente en Cristo, y el propósito para el cual Él nos ha llamado, somos facultados para tener acceso a su poder, que está siempre presente y a nuestro alcance.
  • Lea Efesios 1.18-23. ¿Por qué es tan importante, en medio de una batalla espiritual, que reconozcamos la autoridad de Jesús sobre todas las cosas (incluyendo nuestros corazones y todo el poder maligno que trata de engañarnos y destruirnos)?
  •  Cuando se trata de la tentación, usted puede reconocer, resistir y derrotar los ataques del Enemigo teniendo su corazón cerca de Dios y estando rendido a Él.
  • Lea Santiago 4.6-8, 1 Pedro 5.8, 9 y 1 Corintios 10.12-14. ¿Por qué es importante entender no solamente quién es nuestro Enemigo y los límites de su poder, sino también cómo resulta él afectado por nuestras convicciones espirituales y las decisiones que tomamos?
  •  Hemos sido rescatados de la “potestad de las tinieblas” y trasladados por Jesús a su reino, donde Él reina con poder y paz.
  • Lea Colosenses 1.9-20. Cuando las tinieblas oscurecen esta verdad, ¿de qué manera el saber de quién somos afecta lo que vemos?
RESPONDA
Conteste las siguientes preguntas y, de ser posible, escriba sus respuestas.
  • Qué le está diciendo Dios hoy por medio de este estudio?
  • ¿Qué preguntas tiene en cuanto a lo que ha aprendido? Pídale al Señor que le muestre la verdad por medio de la oración y el estudio de la Palabra, y que le ayude a permanecer atento a lo que Él tenga que decirle en los próximos días.
  • Escriba una oración de respuesta a Dios.
Fuente: www.encontacto.org
Posted by Refrigerio Bíblico | 8:42 a.m. | No comments
En el silencio está el secreto


Todos anhelamos estar más cerca de Dios. Pero para lograrlo necesitamos hacer algo que a menudo evitamos: guardar silencio.
por Drew Dyck
Hace poco asistí a una importante conferencia para líderes religiosos y empresarios en la que estaban personalidades como Colin Powell, Jimmy Carter, Jack Welch, Tony Dungy y Rick Warren. Sin embargo, debo admitir que uno de los oradores del programa parecía estar fuera de lugar. Esa persona no era un político prominente, un magnate de los negocios, ni el pastor de una iglesia. Era una mujer diminuta que usaba una sencilla túnica blanca y una pañoleta en la cabeza, a la que cariñosamente llaman “Mamá Maggie”, y que trabaja en los barrios pobres de El Cairo, Egipto.
Cuando entró en el escenario, la multitud la recibió con un gran aplauso. Visiblemente emocionada por la recepción, se detuvo a mitad de camino al podio, apretó las manos, y dijo unas palabras que se perdieron en medio de los ensordecedores aplausos. Luego se inclinó y oró por un momento antes de levantarse para hablar.
En el silencio está el secreto
Ella era digna del aplauso. Mamá Maggie ha dedicado su vida a servir a los niños hambrientos y sin hogar de Manshiyat Naser (o “Ciudad Basura” como se la conoce en Egipto). Fundó una organización llamada Los Niños de Esteban para ayudar a los incontables niños que deambulan por montañas de basura buscando sobras de comida. Hoy, la organización cuenta con miles de voluntarios, muchos de los cuales fueron ayudados cuando eran niños por esta institución benéfica.
De las muchas cosas que nos dijo ese día, recuerdo siempre una: “El silencio es el secreto, silencien su corazón para escuchar a su espíritu, silencien su espíritu para escuchar al Espíritu de Dios. En el silencio, dejamos a los muchos para estar con el Único”.
Esa noche, tuve la oportunidad y el privilegio de entrevistarla. Particularmente, me sorprendieron la evidente humildad y la increíble gentileza de espíritu que irradiaba. Era fácil ver que todo lo que había en ella surgía de una profunda intimidad con Dios.
El silencio, tanto de mente como de espíritu, es esencial para comunicarse con el Dios Todopoderoso. “Estad quietos”, escribe el salmista, “y conoced que yo soy Dios” (Sal 46.10). Creo que es importante señalar que la quietud precede al conocimiento, y no al revés. Si no aquietamos primero nuestro corazón (y la mente y la boca), nunca nos daremos cuenta de la inmensa necesidad que tenemos de pasar tiempo a solas con Dios.
En el silencio está el secreto
Pero, lamentablemente, rara vez nos mantenemos en silencio. Después de unos segundos de quietud nos comenzamos a inquietar. Comenzamos a echar mano de cualquier distracción para evitar la soledad y el aburrimiento. Quizás queramos culpar a nuestros aparatos tecnológicos, o a las responsabilidades de trabajo, o a la ocupada vida familiar, pero la verdad es que evitamos el silencio a toda costa.
Un estudio reciente realizado en la Universidad de Virginia es prueba evidente de esta triste realidad. Los investigadores descubrieron que las personas que participaron en ese estudio prefirieron el dolor antes que estar a solas con sus pensamientos, aunque fuera por unos pocos minutos. Al pedirles que se sentaran en una habitación durante quince minutos sin distracciones, se les ofreció a los participantes, como alternativa, la opción de recibir descargas eléctricas. Alrededor de la mitad de las personas —a pesar de que ya habían experimentando anteriormente esa dolorosa sacudida— eligieron recibir descargas eléctricas para romper la monotonía durante los 15 minutos que duró el experimento. (Uno de los participantes optó por la sacudida 190 veces).
Como cristianos, debemos encontrar alarmante esta aversión a la quietud, puesto que estar en silencio es esencial para la madurez espiritual. La quietud es para nuestras almas lo que es el sueño para nuestros cuerpos, el cual ayuda a sanarnos y nos da tiempo para crecer. El silencio es esa pausa esencial, del torrente de ruido y del ajetreo que nos permite escuchar a nuestro Creador y acercarnos más a Cristo. Pero encontrar ese silencio en medio de la cacofonía de la vida puede ser difícil cuando un millar de cosas compiten por nuestra atención. Incluso cuando llegamos a estar a solas con Dios y tratamos de acallar el zumbido que hay en nuestro cerebro, el caos mental que producen las preocupaciones, los temores y las tareas pendientes, sale a la superficie. Se requiere un esfuerzo intencional para cultivar el silencio, sobre todo en el mundo moderno en el que vivimos. Pero es un reto que debemos aceptar. Nuestra vitalidad espiritual está en juego.
En el silencio está el secreto
Pero eso no es todo. El silencio es algo aun más importante que un recurso para mejorar nuestra vida espiritual; es la reacción natural de los mortales a la presencia de un Dios santo. En las Sagradas Escrituras, cuando una persona se encontraba con Él, se quedaba en silencio o hablaba en murmullos, temerosa de que sus labios pecaminosos provocaran el castigo divino.
Pensemos en Isaías, por ejemplo. Cuando vio al Señor “alto y sublime”, las únicas palabras que pudo utilizar fueron de desesperación. Exclamó: “¡Ay de mí, que estoy perdido!” (Is 6.5 NVI). Ezequiel, también, se sintió abrumado por la visión que tuvo de Dios. Después de verlo en su gloria, el profeta no dijo nada; lo único que pudo hacer fue arrodillarse, con la frente contra el suelo, en actitud de adoración (Ez 1.28).
Otro ejemplo es Daniel, quien pudo dominar con su mirada a los leones, pero al ver los cielos abrirse delante de él, dijo: “me incliné de cara al suelo y guardé silencio” (Dn 10.15 NVI). Asimismo, las revelaciones del cielo que recibió el apóstol Juan hicieron que cayera al suelo “como muerto” (Ap 1.17). Y aunque no hay escasez de diálogo en el libro de Job, el silencio reina cuando Dios hace su aparición. “¿Qué puedo responderte, si soy tan indigno? ¡Me tapo la boca con la mano!”, dice Job (Job 40.4 NVI).
Pero nuestra manera de reaccionar suele ser muy diferente a la de estas personas. Basta con visitar el servicio de adoración de las iglesias actualmente, donde se escucha música festiva y alegre, para darnos cuenta. Y aunque no hay nada malo con eso, pues debemos demostrar el gozo que nos ha dado el Señor, también debemos reconocer que es muy poco el tiempo que pasamos reverentemente en su presencia.
En el silencio está el secreto
¿Podemos quedar enmudecidos por la majestad del Señor? ¿Es posible que nos mantengamos en perfecto silencio delante de su santidad? La respuesta a estas preguntas es definitivamente sí. ¡Sí podemos hacerlo!
Pero, creámoslo o no, este no es un problema nuevo. En el siglo XVII, un hombre llamado Isaac Watts se quejó de la adoración indiferente. Objetó “la apagada indiferencia, el aire descuidado e irreflexivo que hay en los rostros de toda una asamblea”. Su padre lo animó a escribir himnos que inspiraran una adoración más ferviente. Watts hizo precisamente eso, y terminó escribiendo algunos de los himnos más conocidos del idioma inglés, entre ellos “¡Al Mundo Paz, Nació Jesús!”. Pero es la última estrofa de “Poder Eterno” la que describe a la perfección, la adoración que solamente puede venir cuando guardamos silencio. La traducción libre de una de sus estrofa, dice:
Dios está en los cielos, y los hombres abajo;
Sean breves las tonadas, y pocas las palabras;
Que una solemne reverencia frene nuestras canciones,
Y la alabanza repose silenciosa en nuestras lenguas.
Watts entendió algo que todos deberíamos aprender y aceptar: La adoración exige, algunas veces, que no digamos absolutamente ninguna palabra, y que la alabanza más pura surge a menudo de los labios silenciosos. El silencio es un reconocimiento de que estamos en presencia del Dios santo y majestuoso. Indica que estamos listos para escuchar y recibir con corazones sobrecogidos de temor reverente ante nuestro Creador. Es cuando deliberadamente cerramos nuestros labios que podemos experimentar la grandeza y la majestuosidad de Dios en plenitud.
Posted by Refrigerio Bíblico | 8:38 a.m. | No comments
Más que un conocido
Aunque el Señor es eterno, inmortal e invisible, sí es posible tener una relación real con Él.
Muchos cristianos ven a la Cena del Señor o comunión como el simple rito de compartir el pan y el vino (o el jugo de uvas) en conmemoración de la muerte del Señor Jesús en la cruz. Sin embargo, esta ordenanza significa mucho más que eso.
Charles Henry Mackintosh, el teólogo irlandés del siglo XIX, escribió: “La comunión con Dios es el gran secreto del poder del creyente, y es, por tanto, de suma importancia que entienda clara y nítidamente lo que ella significa y en lo que consiste”.
Es posible tener compañerismo —o comunión con Dios— ya que Él mismo nos invita a cultivar esa relación. La Sagrada Escritura dice que desde la creación de Adán y hasta la eternidad inconmensurable, Dios desea tener comunión con sus hijos.
Pero la vida en el siglo XXI es ajetreada. Algunas personas escasamente logran establecer relaciones duraderas con sus seres queridos. ¿Cómo, entonces, podemos tener compañerismo con Dios cuando no podemos percibirlo con nuestros sentidos? He aquí algunas sugerencias:
• La oración es probablemente la manera más evidente de conectarse con el Señor. Centenares de versículos de la Biblia contienen la palabra “orar” o una variante de ella. Versículos como Mateo 26.412 Crónicas 7.14 y Santiago 5.16 enseñan que la oración es un poderoso recurso que nos permite acercarnos a Dios en arrepentimiento, adoración, petición y acción de gracias. Además de protegernos de tentación y confusión.
• El ayuno, acompañado de la oración, puede ser una manera eficaz de enfocar nuestro corazón y nuestra mente en el Señor, y también en las preocupaciones concretas que requieren atención inmediata (Mt 6.16-18).
 La lectura de la Biblia es una manera de escuchar lo que Dios quiere decirnos. Las relaciones saludables implican dar y recibir; la comunicación debe ser más que una lista de peticiones que la otra parte deba satisfacer. Al escudriñar las Sagradas Escrituras y hablar con el Señor, le invitamos a que hable a nuestras circunstancias. Un destello de lo que hay en el corazón y la mente de una persona es un privilegio en cualquier relación, pero de beneficio inconmensurable cuando esa otra persona es Dios. Saber lo que es importante para Él nos ayuda a crecer en obediencia, evitar las trampas del enemigo, y convertirnos en testigos de Cristo (Sal 119.105Jn 14.232 Ti 3.16).
• Estar quietos en la presencia de Dios, sobre todo cuando nos sentimos ansiosos, puede parecer difícil, porque sentarse en silencio y no hacer nada contradice nuestra lógica. Pero es en medio de nuestro silencio que podemos escuchar la voz de Dios (Sal 46.10), pues el Espíritu Santo intercede por nosotros y nos ayuda en los momentos de debilidad (Ro 8.26).
• La meditación nos ayuda a reflexionar en la Palabra para que ella penetre profundamente en nosotros, y así contemplemos la grandeza de Dios y sus obras (Jos 1.8Sal 119.2797148143.5).
Más que un conocido
• La adoración colectiva es una de las maneras que tenemos los cristianos de estar en comunión con el Señor, y al mismo tiempo de estimularnos entre hermanos (He 10. 24, 25). En algunas iglesias, la frase parece haber tomado el significado de cantos durante el servicio, cuando la adoración verdadera tiene que ver con la actitud del corazón y con el deseo de conectarnos con Dios.
• La sumisión y la obediencia a Dios no son solamente medios para relacionarnos con Dios; son también resultado de ellas (Jn 14.23Stg 2.14, 26). Nuestras obras no nos salvan, pero sí dan testimonio de nuestra fe en Cristo (Mt 5.16).
REFLEXIONE
• ¿Qué dicen los pasajes bíblicos mencionados en cuanto al concepto de la palabra comunión? ¿Hay aspectos en su relación con Dios que necesitan más atención de la que les ha estado dando?
• Es fácil quedar atrapado en el torbellino de las actividades y responsabilidades terrenales, y relegar el tiempo a solas con Dios a unos minutos al final del día o de la semana. Puede ser particularmente tentador justificarnos si lo que está consumiendo nuestro tiempo y atención está relacionado con la obra del Señor. Pero la Biblia nos advierte que no debemos permitir que las preocupaciones carnales gobiernen nuestras mentes (Ro 8.7). Proverbios 3. 9, 10Mateo 6.33 nos recuerdan que Dios nos bendice cuando le damos a Él el primer lugar.
RESPONDA
¿Cuáles son algunas maneras prácticas de aplicar lo aprendido en este estudio? Si la idea de sacar tiempo extra para Dios le parece difícil, pídale que aumente su hambre de Él y de su Palabra.
Haga un inventario mental (o escrito) de las prioridades que luchan por su atención. Decídase a eliminar cualquier cosa que obstaculice, en vez de mejorar, su comunión con Dios.
REEXAMINE
• Si usted quiere tener una experiencia más personal con Dios, trate de leer Salmo 119. Por tener 176 versículos, este pasaje puede tomar tiempo para leer, pero también puede ayudarnos a crecer en el conocimiento del Señor. El capítulo está dividido en 22 segmentos. Durante los próximos once días, lea dos segmentos diariamente. Léalos despacio, medite en sus palabras, y hágalos su oración.
• Genere otras ideas propias de cómo tener comunión con Dios (que no sean las que hemos mencionado), y póngalas en práctica. Si le sirve de ayuda, comparta con un hermano en Cristo su meta para que le sea de apoyo, y así éste le ayude cuando se sienta desanimado.

Fuente: www.encontacto.org





29 oct 2014

Posted by Refrigerio Bíblico | 7:49 p.m. | No comments
Preparando el camino para Dios
APRENDAMOS A CRECER MEDIANTE EL EJEMPLO DE JUAN EL BAUTISTA

por Cameron Lawrence

Mi retiro al desierto de Texas me tiene caminando al lado de un río. La vida vegetal y los minerales en su fondo difunden un jade brillante por el resplandor del sol de la mañana. Siluetas de bagres permanecen a la sombra de los árboles, y un par de tortugas nadan en la lenta corriente mientras el agua corre hacia el cañón. Esto me hace pensar en el bautismo —en cómo el Hijo de Dios se metió en un río así y fue cubierto bajo su superficie brillante; en las manos que bajaron su cuerpo y luego lo sacaron; y en las manos de un mensajero clamando en un desierto lejano: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado".

Al leer cuidadosamente los evangelios, me doy cuenta de que Juan el Bautista es una figura interesante, pero no fácilmente compatible con el moderno mundo occidental. Sin embargo, a pesar de todo el atractivo de su solitario estilo de vida en el desierto, Juan sigue siendo un enigma. El hombre que, siendo un bebé [aún no nacido], saltó en el vientre de su madre al oír la voz de la embarazada María. Juan, el que al nacer desató la lengua de su mudo padre para que volviera a hablar; el que fue lleno del Espíritu Santo desde el comienzo; el que vivió oculto hasta que comenzó su ministerio público; el profeta que recibió la tarea de preparar el camino al Salvador. ¿Qué podemos pensar de este Juan?

Un puente peatonal de piedras cortadas esparcidas en las aguas poco profundas en el otro lado de la presa me lleva de nuevo a las comodidades del centro de retiro al que he viajado 1.450 km para disfrutarlo. Me dirijo al césped que está frente al dormitorio colectivo, y me relajo en una hamaca que cuelga entre dos árboles. Mientras la brisa dobla sus pequeñas ramas en lo alto, eso me recuerda las palabras de Cristo acerca de su siervo. Después de la decapitación de Juan, el Señor le preguntó a las personas que se habían congregado: "¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento?... ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están" (Mt 11.7, 8).

Mientras la hamaca se mece levemente y me hundo en ella, tengo la sensación de que mi retiro aquí se parece más al palacio de un rey que al desierto de Juan. Esa corazonada, sospecho, me sirve de ayuda para entender el porqué no me identifico totalmente con Juan el Bautista.

No obstante, como lo reconoce el propio Jesucristo, Juan es una de las figuras más importantes de toda la Biblia. "¿Qué salisteis a ver? ¿A un profeta?", preguntó el Señor. "De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista "(vv. 9, 11). Jesús señaló que, en lo que tiene que ver con los profetas del Antiguo Testamento que le precedieron, Juan los superó a todos en importancia.

Las Sagradas Escrituras nos dicen que Juan iba a ser apartado desde su nacimiento; su mismo nombre, que significa "el Señor es misericordioso", le fue dado por Dios. El ángel Gabriel dijo a los padres del futuro profeta que éste no bebería vino o licor, lo que indica que Juan iba a vivir una vida sencilla, privado de las comodidades de que disfrutaban sus contemporáneos de las ciudades.

Algunos eruditos han sugerido que es posible que Juan haya vivido como nazareo, un tipo de asceta judío de la antigüedad que no tomaba licor ni se cortaba el cabello ni la barba, y que observaba otras costumbres austeras. Él lo haría con el objetivo de consagrarse por entero a Dios. La Biblia no dice con certeza si Juan hizo o no ese voto, pero sí indica que su enfoque de la vida era inusual para su época.

La Biblia no dice mucho sobre su vida antes de bautizar al Señor. Pero el evangelio de Mateo nos cuenta que su mensaje era tan convincente que "salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán" (Mt 3.5, 6). El texto da la impresión de que muchísimas personas venían a Juan, preguntándose si él era el Mesías. Juan no dudó en negarlo, diciendo de Jesús: "Ni siquiera merezco llevarle las sandalias" (Mt 3.11 NVI), una tarea normalmente asignada a los criados de más baja condición. ¿Cómo llegó Juan a tener tal testimonio, al punto de que podía ser confundido con el Cristo?

Las descripciones populares de Juan lo presentan como una especie de santo desequilibrado, apasionado por Dios. Considerando las normas de su época, no hay duda de que vivía de manera primitiva, y por eso habría parecido por lo menos un poco extraño, como lo eran a veces los profetas de Dios. Pero pensar de Juan solo en estos términos, es perderse el grandioso testimonio de su estilo de vida. Sí, él predicó y preparó el camino del Señor. Sí, Juan pidió cuentas a Herodes Antipas por su relación ilícita con Herodías, muriendo finalmente por causa de la justicia. Pero la base moral de todo esto era su profunda humildad, su verdadera grandeza que se reveló en una sola declaración que debe taladrar nuestros corazones: "Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe" (Jn 3.30).

Es importante reconocer que el ministerio de Juan no era un espectáculo de poca monta o un interludio intrascendente. Antes de su nacimiento, el ángel prometió que sería un gran hombre. Sabemos que su ministerio fue bien recibido e influyente. Según todos los indicios terrenales, Juan estaba en camino al protagonismo y el éxito.

La grandeza prometida a Juan se cumplió, pero no con un ministerio cada vez más próspero y creciente. Cuando sus discípulos vinieron a él angustiados por la creciente influencia de Jesús, diciendo: "El que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él", Juan respondió con una ilustración sorprendente. Describe la escena de una boda, poniéndose él mismo en segundo plano, apoyando al novio. "El que tiene la esposa, es el esposo", dijo. "Mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido" (Jn 3.29). Como un buen padrino de boda, se desvaneció en el trasfondo para que su amigo pudiera recibir la honra.

En esto, Juan ejemplifica el llamado que hace Jesús a todos los que le siguen. Cristo dijo: "Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame" (Mt 16.24). A diferencia del joven rico que, por su apego a las cosas terrenales le resultó difícil seguir a Dios sin reservas (Mt 19.16-30), Juan escogió una vida en el desierto, lo que facilitaba su decisión. La austeridad de su existencia fuera de las normas sociales dejó su corazón sin obstáculos para Dios, y sus afectos libres de lealtades irreconciliables.

Para el mundo secular, los caminos de Jesús parecen primitivos. Pensemos en los valores del reino de Dios —el arrepentimiento, el perdón, la humildad, y la mansedumbre, para nombrar unos pocos. A menudo son vistos como ridículos, débiles o ingenuos por una cultura que aprecia mucho el poder y la riqueza. Pero Primera de Pedro 2.11 nos recuerda que vivimos como peregrinos en una tierra extraña. El fruto del Espíritu no se refiere solo a nuestra conducta, sino además a la constitución de nuestro verdadero yo —a quienes somos y a lo que estamos llamados a ser, un pueblo apartado para Dios. Podemos morar ahora en las ciudades de los hombres, pero pertenecemos a la ciudad de Dios.

El Señor dijo que donde esté nuestro tesoro, allí estará también nuestro corazón (Mt 6.21). El asunto es de apego, no de cuánto poseamos. El llamado de la vida cristiana, como lo ejemplifica Juan, es encontrar en ese desierto del corazón —en la abundancia o en la necesidad— un paisaje interior despejado donde Dios puede encontrarse con nosotros sin impedimentos por la presencia de amores de segunda categoría.

Juan es un recordatorio para nosotros de que nuestra vida como cristianos debe ser diferente y quizás un poco peculiar al mundo. ¿Está claro que, aunque es posible que tengamos mucho o poco, nuestro apego es solo a Cristo? ¿Proclaman nuestras vidas la grandeza de Dios, por medio del amor y la honestidad, como lo hizo Juan para las personas de su tiempo? ¿Somos para nuestros prójimos las voces que claman desde el desierto de la tierra de Dios? Que así sea, porque el reino de los cielos se ha acercado.

28 oct 2014

Posted by Refrigerio Bíblico | 5:56 a.m. | No comments

¿Oras por los perdidos?


Antes de que Jesús entregara su espíritu al estar colgado en la cruz, tomó tiempo para orar por aquellos quienes lo estaban asesinando diciendo, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).

Dios empezó a contestar Su oración el día de Pentecostés cuando tres mil personas se arrepintieron y fueron bautizados ese mismo día, y han habido multitudes que han sido salvos a través de los siglos. En respuesta a la intercesión de Jesús por los transgresores (Isaías 53:12), Dios ha rescatado a muchas almas de la muerte eterna.

¿Tienes un deseo de orar por los perdidos como lo tuvo Jesús? ¿Tienes una pasión que inspiró a John Knox a pedir, “Dame a Escocia o me muero”? ¿Es tu actitud como el de George Whitefield, quien oró, “O Señor, dame almas o toma mi alma”? ¿Lloras, como Henry Martyn, cuando vez a otros atrapados en una religión falsa y gritas, “No puedo aguantar mi existencia si Jesús ha de ser tan deshonrado”?

Dios usó a esos hombres fieles como herramientas poderosas para traer la salvación a muchas personas que se estaban muriendo. Cada uno de ellos tenía un entendimiento claro y vívido de lo que está en juego en el evangelio – es un asunto de vida o muerte, una eternidad en el cielo o en el infierno. ¿Te das cuenta que tus familiares, tus compañeros de trabajo, y tus vecinos incrédulos pasarán la eternidad sufriendo en tormento, separados de la presencia de Dios si no se aferran a Cristo? Esa realidad te debe llevar a tus rodillas, no solo por ellos para que crean en el evangelio, pero con Dios para que él salve sus almas.

El puritano inglés del siglo diecisiete Richard Baxter escribió,

O, si tienen corazones de cristianos, o de hombres en ustedes, dejen que tengan anhelo por los pobres, por los ignorantes e impíos. Por desgracia, hay solo un paso entre ellos y la muerte y el infierno; muchas enfermedades están esperando a aprovecharse de ellos, y si mueren sin ser regenerados, serán perdidos para siempre. ¿Tienen corazones de piedra, que no pueden sentir dolor por aquellos que se encuentran en este caso? Si no crees en la Palabra de Dios, y en el peligro de los pecadores, ¿por qué son cristianos? Si lo creen, ¿por qué no están ayudando a otros? (I.D.E. Thomas, ed., A Puritan Golden Treasure[El tesoro de oro de un puritano] [Edinburgh: Banner of Truth, 1977], 92)

Una cosa es orar por nuestra familia y amigos, aquellos por los que tenemos afectos naturales. Pero Dios quiere que oremos por toda persona. Pablo escribe, “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia” (1 Timoteo 2:1-2). Los reyes y otras personas en autoridad en el día de Pablo no estaban bajo derechos civiles, y muchas veces eran injustos, egoístas y crueles. ¿Oras por la salvación de personas así – aquellos con quienes no estás de acuerdo políticamente, aquellos quienes defienden agendas impías, aquellos quienes abiertamente se aferran al pecado y rechazan la Escritura?

La Biblia tiene varios ejemplos de la oración evangelista radical, y por los peores pecadores. Aquí hay varios ejemplos:

Moisés intercedió por Israel después de haberlos visto en idolatría orgiástica al pie del monte Sinaí. Después de confrontar y tratar con su pecado, se dirigió al Señor y oró, “…Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro, que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito” (Éxodo 32:31-32). ¡Moisés estuvo dispuesto a dar su vida por su pueblo, aún cuando ellos fueron culpables de su rebelión!

Mientras estuvo siendo apedreado, Esteban siguió el ejemplo del Señor al orar por la salvación de sus ejecutores: “Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó en gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió” (Hechos 7:59-60).

Estando parado entre aquellos que mataron a Esteban estuvo un hombre joven llamado Saulo de Tarso. Su salvación fue la respuesta a la oración de Esteban. Años después, el apóstol Pablo comunicó la profundidad de su preocupación por su pueblo Israel, y en Romanos 9 hay mucho parecido entre su oración y el de Moisés:

Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne…Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación (Romanos 9:1-3; 10:1).

Sus hermanos de acuerdo a la carne, compañeros judíos, eran los mismos que los persiguieron tan severamente, perturbando su obra, inspirando a las multitudes, aun planeando su asesinato. Y aun él los amaba y oraba que Dios les mostrara misericordia.

Dios honró las oraciones de los hombres por las almas de los perdidos; Él también honrará las tuyas. Sea amigo o enemigo; sea moral o inmoral; sea que los conozcas o no – ora por los perdidos. Por aquellos quienes Dios traiga a tu camino, abre tu boca en amor y compasión para decirles la verdad. Adviérteles del juicio de Dios por las ofensas personales en contra de su santidad, pero después explíquele las buenas noticias. Hay salvación en Jesucristo de la ira eterna de Dios, si solamente se arrepienten y creen. Una vez que les hayas dicho la verdad, sigue orando por ellos y confía en Dios por los resultados. Te regocijarás cuando veas a Dios usándote conforme Él vaya salvando a su pueblo de sus pecados y les conceda vida nueva en Su Hijo.

Fuente: www.gracia.org

27 oct 2014

Posted by Refrigerio Bíblico | 8:38 p.m. | No comments

¿Si Dios es soberano, es responsable por la maldad?

Dr. John MacArthur

No, La Escritura dice que cuando Dios terminó Su creación, vio todo y lo declaró “bueno” (Gen. 1:31). Muchas Escrituras afirman que Dios no es el autor de la maldad: -Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie- (Stg. 1:13). -Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él- (1 Juan 1:5). -Pues Dios no es Dios de confusión- (1 Corintios 14:33) – y si eso es verdad, en ninguna manera es el autor de la maldad.

Ocasionalmente alguien cita Isaías 45:7 y clama que prueba que Dios hizo la maldad como parte de Su creación: -Que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad. Yo Jehová soy el que hago todo esto- (énfasis agregado).


Pero la Biblia de las Américas da más claridad a Isaías 45:6-7: -Yo soy el Señor, y no hay otro; el que forma la luz y crea las tinieblas, el que causa bienestar y crea calamidades, yo soy el Señor, el que hace todo esto.- En otras palabras, Dios crea la calamidad como juicio sobre los malos. Pero en ningún sentido es el autor de la maldad.

La maldad se origina no de Dios sino en la criatura caída. Yo estoy de acuerdo con John Calvin, quien escribió, 
…el Señor ha declarado que -todo lo que había hecho…era bueno en gran manera- (Gen. 1:31). ¿Entonces, de donde viene esta maldad al hombre, que se aparta de su Dios? A menos que pensemos que venga de la creación, Dios ya había puesto su sello de aprobación sobre lo que Él mismo había creado. Por su propia intención mala, entonces, el hombre corrompió la naturaleza pura que había recibido del Señor; y por su caída trajo toda su posteridad con él hacia la destrucción. En consecuencia, debemos contemplar la causa evidente de la condenación en la naturaleza corrupta de la humanidad – que es más cerca de nosotros – en vez de buscar una causa escondida y totalmente incomprensible en la predestinación de Dios. (Institutes [Institutos], 3:23:8)


Es de ayuda, yo creo, entender que el pecado no es una cosa creada. El pecado no es una sustancia, un ser, un espíritu, ni una materia. Entonces es técnicamente inapropiado pensar en el pecado como algo creado. El pecado es simplemente una falta de perfección moral en la criatura caída. Las mismas criaturas caídas cargan la completa responsabilidad por su pecado. Y toda maldad en el universo procede de los pecados de las criaturas caídas.

Por ejemplo, Romanos 5:12 dice que la muerte entró al mundo por el pecado. La muerte, dolor, enfermedad, estrés, agotamiento, calamidad, y todas las cosas malas que pasan vienen como resultado de la entrada del pecado en el universo (vea Génesis 3:14-24). Todos esos efectos malos del pecado continúan a obrar en el mundo y estarán con nosotros tanto exista el pecado.
Primera Corintios 10:13 nos promete que Dios no permitirá una prueba más grande de lo que podemos soportar. Y Santiago 1:13 nos dice que Dios no nos tentará con la maldad.

Dios ciertamente es soberano sobre la maldad. Hay un sentido en el cual es apropiado aun decir que la maldad es parte de Su decreto eterno. Él lo planeó. No le tomo por sorpresa. No es una interrupción a Su plan eterno. Él declaró el fin desde el principio, y sigue obrando todas las cosas para Su buen gusto (Isaías 46:9-10). 

Pero el papel de Dios referente a la maldad es nunca como su autor. Simplemente permite que obren agentes de maldad, y después anula la maldad para Sus propios fines sabios y santos. Últimamente Él tiene la habilidad de hacer que todas las cosas – incluyendo los frutos de toda la maldad de todo el tiempo – obren para el mejor bien (Romanos 8:28).
Posted by Refrigerio Bíblico | 8:24 p.m. | No comments
Repare sus relaciones rotas
El ejemplo divino para reconciliarse en el nuevo año

2 Corintios 5.17-21

Cuando el pecado entró en el mundo, muchos aspectos de la existencia fueron afectados negativamente, entre ellos las relaciones. Se creó una barrera entre Dios y la humanidad, y también entre las personas. Desde que Adán y Eva pecaron, todas las generaciones posteriores han tratado de ocultar su pecado, esconderse de Dios, y culpar a los demás. Por tanto, las familias se distancian, las amistades se acaban, y quienes amamos una vez se convierten en nuestros enemigos.

Reparar las relaciones rotas no se hace con rapidez ni es fácil, pero como creyentes estamos llamados a vivir en armonía unos con otros. Porque sabemos que el pecado distanció a la humanidad de Dios, podemos aprender cómo arreglar las cosas considerando lo que hizo el Señor para reconciliarnos con Él.
Tome la iniciativa: El Señor se acercó a nosotros cuando éramos sus enemigos (Ro 5.6-11), y Él nos llama a hacer lo mismo, ya sea que seamos el agraviante (Mt 5:23, 24) o el agraviado (Lc 6.27, 28).


Perdone todas las ofensas: Se nos dice que perdonemos a los demás de la misma manera que Dios nos perdonó a nosotros (Col 3.12, 13). Esta renuncia incondicional a nuestro derecho de hacer a otros pagar sus agravios, no está limitada por el grado ni por las veces que nos ofendan.


Esfuércese por restaurar la relación: Dios nos reconcilió en Cristo, no tomando en cuenta nuestros pecados (2 Co 5.17-21.). Siguiendo su ejemplo, debemos reconciliarnos unos con otros con amor, sin aferrarnos a los agravios recibidos (1 Co 13.4, 5).


Espere, y confíe el resultado a Dios: El perdón es obligatorio, pero la reconciliación es una calle de dos vías. Así como muchas personas rechazan la oportunidad de reconciliarse con Dios por medio de Cristo, hay quienes pueden negarse a participar con nosotros en la reparación de una relación humana. Dios, quien desea que todos procedan al arrepentimiento (2 P 3.9), responde esperando con paciencia. Del mismo modo, debemos hacer esfuerzos por vivir en paz y vencer el mal con el bien. La manera de hacerlo es siendo benévolos y bendiciendo a quienes rechazan la restauración (Ro 12.17-21; 1 P 3.8-12).


Preguntas para reflexionar
¿Tiene usted alguna relación que necesita reparar? ¿Qué le está impidiendo iniciar la reconciliación?
Si ha intentado la restauración, pero la otra persona la ha rechazado, ¿de qué manera está usted respondiendo? A pesar del distanciamiento, ¿qué puede usted hacer para mostrar amor y amabilidad?

Fuente: www.encontacto.org

26 oct 2014

Posted by Refrigerio Bíblico | 8:27 p.m. | No comments
El evangelio sencillo 
Juan 8:21-3

Dr. John MacArthur





Para escuchar esta enseñanza (pulsar aquí)


Posted by Refrigerio Bíblico | 8:07 p.m. | No comments

¿Cómo es Dios?
Escrituras Seleccionados
Dr. John MacArthur

               

Para escuchar esta enseñanza (pulsar aquí)

Posted by Refrigerio Bíblico | 7:48 p.m. | No comments

El Verdadero Jesús

Dr. Charles Stanley


Fuente: http://youtu.be/yfVwNad6KjE
Posted by Refrigerio Bíblico | 6:38 p.m. | No comments

La vida en el cielo

Dr. Armando Alducin




Fuente: http://youtu.be/WjnX0NFI8Ww
Posted by Refrigerio Bíblico | 6:05 p.m. | No comments

Nuestra presencia ordinaria

Dios bendijo al mundo con todo tipo de personas —cada una de ellas es un hermoso ejemplo de lo que significa ser la sal de la tierra.
por Winn Collier
Un mandamiento y una bendición no son la misma cosa. Yo puedo captar la atención de mis hijos e insistir en que limpien su habitación ahora mismo. O puedo mirarlos fijamente a los ojos y decirles que son el deleite de mi corazón. Ambas interacciones tienen su lugar, pero son muy diferentes. Los mandamientos nos encaminan en la buena dirección, pero las bendiciones nos dicen quiénes somos.
A veces, sin embargo, nos perdemos los momentos cuando Dios pronuncia la bendición, ya que esperamos escuchar lo que tenemos que hacer para ganarnos su favor o ser considerados aceptables. Es por eso que el Sermón del Monte debe haberle parecido radical a la multitud que estaba en la ladera del monte. En contraste con la creencia común de este tiempo, el Señor Jesús señaló que las bendiciones del reino no están limitadas a los ricos y a los religiosos, sino que son también para los marginados y los enfermos; el único requisito era la fe. Él escogió la palabra “bienaventurados” para los pobres, los afligidos y los pacificadores —probablemente los más propensos a ser maltratados en este mundo. También pronunció otra bendición sobre sus seguidores: “Ustedes son la sal de la tierra” (Mt 5.13).
Notemos que Jesús les dice que son la sal de la tierra. No dice que van a ser la sal. No les pide que adopten las características de la sal. En vez de eso, mira a estas humildes personas y les dice: Vosotros sois la sal de la tierra. ¿Puede usted imaginar el asombro que debió haber invadido sus mentes? La esperanza y el gozo debieron haberse apoderado de la multitud.
Nuestra presencia ordinaria
Hace varios meses, mi hijo Wyatt estaba hablando conmigo en la cocina, e hizo una observación chistosa. Mi risa fue inmediata. Él se sonrió, pero cuanto más me reía yo, mayor se volvió su sonrisa. Cuando finalmente me calmé, Wyatt seguía sonriendo de oreja a oreja. Algo hermoso había sucedido entre nosotros. Wyatt sintió mi complacencia en él. Mi risa le dijo que había algo profundamente especial en él, así como la bendición de Jesús a aquellos que estaban en la ladera del monte les comunicó el inmenso bien que Dios había puesto en ellos.
La sal tenía numerosos usos en el primer siglo. Daba sabor, servía para preservar, y funcionaba como un agente purificador. Hoy en día, este artículo básico de la despensa sigue produciéndose de manera natural. Y aunque los condimentos pueden clasificarse de muchas maneras diferentes, todos estamos de acuerdo en que la sal mejora casi todo lo que toca.
Siento especial admiración por las personas sencillas que viven de una manera tranquila, discreta y sin prisa, tratando de dedicarse a los asuntos del Señor Jesús. Por las personas trabajadoras que atienden a sus hijos; aman a sus prójimos y se involucran en cuestiones que reflejan la justicia y la paz de Dios en el mundo. Por los estudiantes responsables que se preparan en el nombre de Jesús. Por las madres solteras que conservan un empleo y que mantienen unida la familia para que sus hijos conozcan el poder del amor abnegado. Por los vecinos que sacan tiempo para visitar a la viuda que vive en su misma calle. Por los dueños de negocios que ofrecen buenos empleos y contribuyen a crear una sociedad honesta y estable. Por los jardineros y los pintores, los artesanos y las enfermeras, los diseñadores de páginas web y los jubilados —porque cada una de ellas, por muy ordinaria que parezca— es la sal de la tierra.
Nuestra presencia ordinaria
Debido a nuestra fascinación con lo extravagante se nos olvida a menudo que la presencia ordinaria del creyente puede tener un gran impacto. Estoy consciente de que a nuestra generación le gusta planificar con la intención de alcanzar resultados. Sin embargo, la mayoría de nosotros no necesitamos hacer mucho para lograrlo; por el contrario, lo que tenemos que hacer es reconocer el regalo de nuestra presencia (y el regalo de disfrutar de la presencia de otros). No es diligencia lo que necesitamos, sino estímulo para escuchar y prestar atención, para hacer nuestro trabajo y ofrecer nuestra amistad. Debemos vivir atentos para compartir las alegrías y las tristezas de las personas que nos rodean. En otras palabras, nuestro frenético esfuerzo por ser sal puede impedirnos vivir, en realidad, como la sal que somos. El estrés y la tensión pueden impedir que demos a los demás lo que verdaderamente somos.
No debemos perder de vista el hecho de que Jesús dirigió sus palabras, en el Sermón del monte, a una comunidad, no a un individuo en particular. Por eso dice: “Vosotros sois la sal de la tierra”. Esto significa que la presión por abarcar a todo el mundo no descansa en ninguno de nosotros. Por el contrario, cada uno de nosotros debe simplemente hacer su parte. Estamos llamados a vivir bien en nuestro pequeño pedazo del mundo, practicando la presencia ordinaria en la tierra que Dios nos ha dado para cuidar, y habitar entre las personas que Dios nos ha dado para que amemos.
El cuerpo de Cristo es vasto y expansivo; existe más allá de la historia y la geografía. La comunidad de creyentes es fuerte y está envestida por el Espíritu Santo, a la altura de la vocación que Dios nos ha dado. El trabajo de cada uno de nosotros es importante, aunque no perfecto. Por lo tanto, esfuércese por ser la persona que Dios quiso que fuese al crearle ­—ni más ni menos.
Nuestra presencia ordinaria
Cuando vivimos conforme a la bendición que Dios ha pronunciado sobre nosotros, actuamos en armonía con nuestro yo más genuino. Sin embargo, algunos vivimos bajo una carga pesada, creyendo que debemos luchar y desviarnos constantemente de nuestros anhelos más profundos para convertirnos, de alguna manera, en lo que el Señor espera que seamos. La realidad es todo lo contrario; Dios nos ha hecho a su imagen e infundido su vida misma. Por tanto, no es de extrañar que seamos sal para el mundo.
El Señor no nos pidió que seamos sal. Ese asunto ya está decidido. Sin embargo, si nos puso sobre aviso en cuanto a una trágica posibilidad —que la sal de Dios puede “desvanecerse” (Mt 5.13). Tenemos la opción de rechazar la verdad de nuestra existencia, y nuestra bendición. Podemos rehusar el regalo que Dios quiere dar por medio de nosotros. Hacer eso, sin embargo, no significa que no somos sal. Significa que nos hemos vuelto egoístas y mezquinos porque nos negamos a compartir nuestra presencia ordinaria con los demás.
Así que, en vez de rechazarla, reciba la bendición de Jesús pronunciada sobre usted: Usted es la sal de la tierra. Su simple presencia en el mundo es un regalo para todos nosotros. Tenga confianza. Abra su corazón. Dese a los demás. Permita que lo que usted tiene en su vida, que nadie más posee, dé sabor a todos con gracia.

24 oct 2014

Posted by Refrigerio Bíblico | 4:34 p.m. | No comments

El verdadero significado de la cruz
Dr Charles Stanley


Fuente: http://youtu.be/3spmOhWzxHM

Bookmark Us

Delicious Digg Facebook Favorites More Stumbleupon Twitter