De ellos es el reino
Por Erin Gieschen con Taylor Parkison
Por Erin Gieschen con Taylor Parkison
La República Dominicana, al igual que otros países del Caribe, es conocida por sus lugares turísticos. Pero lejos de las playas y de los hoteles de Puerto Plata está otro mundo —uno que no se ve desde la autopista.
Lejos de las pintorescas playas y los lujosos hoteles hay una colina cubierta de árboles, con un indescriptible camino enlodado, que lleva a la cima de una meseta. Si solo pasara manejando, no se daría cuenta de que hay algo más arriba. Pero es en la cima de esa colina que se encuentra un centro de rehabilitación para drogadictos. Es una instalación humilde. Además de los dos edificios de concreto blanco que sirven de dormitorios, solo tienen un patio de concreto, con un techo para cubrirse de la lluvia, y una cocina hecha de palos y hojas de plátanos. Cuando Taylor Parkison, un estudiante universitario y pasante en Ministerios En Contacto, visitó esa comunidad en un viaje misionero, adquirió un nuevo conocimiento acerca de la verdadera riqueza.
Esta es su historia.

En este lugar ocurren sucesos maravillosos. Muchas vidas son cambiadas; personas son tocadas por la mano de Dios.
Uno de los hombres nos contó cómo la adicción que tenía a las drogas le condujo a la forma más baja de existencia posible. No tenía ni esperanza, ni dignidad; no tenía nada. Nos compartió como un día la luz vino a su vida de manera inesperada. Ahora sabe que fue la voz del Espíritu Santo que lo llamó y le dijo: “Es tiempo, tiempo de hacer algo para cambiar tu vida”. Fue en ese instante que empezó a buscar ayuda para combatir su adicción, y fue también en ese instante que el Señor le guió a ese centro de rehabilitación.
El pastor y fundador del centro fue también un adicto en el pasado. Es por eso que tiene un corazón inclinado por estas personas, y desea que puedan disfrutar la libertad que solo proviene del Espíritu Santo. Por su experiencia personal, sabe que el aceptar a Cristo y pedirle que rompa esas cadenas no es el final del camino para ellos, sino solo el comienzo de una nueva historia. Está completamente comprometido a guiarlos, mientras avanza con ellos en su recuperación y les enseña a discipular a otros.

Ese entrenamiento de discipulado es riguroso. Los hombres despiertan temprano para comenzar sus actividades diarias. Lo primero que hacen es dedicar tiempo a orar de rodillas en el patio de concreto. Dedican bastante tiempo a la oración, la mayoría de las veces orando por otros. También separan tiempo para devocionales y estudios de la Biblia cada día. En cierta manera, hacen lo mismo que los monjes hacían en los monasterios. Sus vidas son humildes, pero llenas de dignidad. Hacen muchos trabajos en esas instalaciones, mientras tratan de que todo esté limpio y preparan sus propios alimentos. Casi no tienen nada material, pero tienen riquezas y gozo en sus vidas. Es la sencillez de la vida que llevan la que les da la sabiduría para poder reconocer lo que realmente importa.
He escuchado historias sobre lo que El Mensajero ha hecho alrededor del mundo, pero el estar en ese lugar, compartiéndolo con otros fue una experiencia inolvidable. Sabía que estarían contentos con este regalo, pero estos hombres estaban más que emocionados. Fue maravillosos ver el gozo y la emoción en sus rostros. Aunque algunos de ellos tienen formación académica, la mayoría solo están aprendiendo a leer. Así que pude ver cómo, para ellos, El Mensajero era tan valioso como el oro. Tiene el poder de impactar sus vidas diariamente. Pueden escuchar y meditar en las Escrituras, y recibir las palabras de Jesús en grandes dosis. Y también pueden escuchar los sermones del Dr. Stanley, para hallar ánimo y apoyo para sus batallas diarias.

Estos hermanos en Cristo están en las trincheras, combatiendo contra algo grande. Combaten por sus vidas y por su libertad. Uno de ellos me dijo: “Si usted usa las drogas que he usado, podrá ver al diablo cara a cara”. Él es libre, pero aún combate las batallas espirituales que enfrentan los seguidores de Cristo. La única manera de combatir contra la opresión del diablo y sus mentiras, es con la Verdad, y la Palabra de Dios es esa verdad. Pude ver personalmente cuán importante es el Mensajero. Estoy convencido de que ayudará a esos hombres a conocer la Palabra de Dios más íntimamente, y sé que les ayudará mientras tratan de extender su Reino.
Me emociono en gran manera al pensar en los frutos que vendrán de los Mensajeros que repartimos. Y le doy gracias a Dios por aquellos que contribuyeron con los fondos para enviar esos cincuenta Mensajeros, aunque no tenían idea del gran impacto que cada uno de esos dispositivos tendrían en la vida de las personas en la República Dominicana.
El Señor me habló por medio de estos hermanos en el centro de rehabilitación en relación con el poder de su Palabra y el poder del nombre de Jesús. Todos padecemos con algo que trata de encadenarnos, ya sea envidia, lujuria, orgullo o cualquier otro pecado. Al final, debemos reconocer quienes somos. Separados de Cristo no tenemos nada. Pero cuando reconocemos nuestra pobreza espiritual, podemos ver lo que realmente tiene valor. Los pobres en espíritu son bendecidos al ser hechos ciudadanos del reino de Dios y al conocer la verdadera riqueza en Cristo. Es solo por medio de Él que encontramos libertad, y solo por medio suyo que somos hechos hijos del Rey.
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